El embarazo representa una condición fisiológica que exige profundas adaptaciones renales. Durante la gestación normal, el volumen renal aumenta aproximadamente un 30%, acompañado de un incremento del 40% a 50% en la tasa de filtrado glomerular, con el fin de sostener la homeostasis materno-fetal. En este contexto, los riñones logran adaptarse de manera eficiente y la función renal permanece cercana a los valores basales.
Sin embargo, en embarazos complicados por trastornos hipertensivos estas adaptaciones suelen verse comprometidas. La disfunción renal es frecuente y hasta un tercio de los casos de lesión renal aguda durante el embarazo ocurre en mujeres con hipertensión. Este grupo de pacientes, en particular aquellas con preeclampsia, enfrenta un riesgo a largo plazo significativamente mayor de desarrollar enfermedad renal crónica, llegando a quintuplicar la probabilidad de insuficiencia renal terminal en comparación con mujeres con embarazos normotensos.
Aunque los marcadores clásicos de disfunción renal —como la proteinuria, la reducción del filtrado glomerular o las lesiones renales agudas características de la preeclampsia— tienden a normalizarse tras el parto, la identificación de mujeres en riesgo de deterioro renal futuro sigue siendo un desafío clínico. En este escenario, la imagenología, especialmente la resonancia magnética, podría constituir una herramienta valiosa para detectar alteraciones estructurales subclínicas posparto y contribuir a definir biomarcadores tempranos de riesgo.
Hannah R Cutler y cols. realizaron un análisis secundario de dos estudios clínicos que incluyeron mujeres con embarazos hipertensivos y normotensivos. El grupo hipertenso (hipertensión gestacional o preeclampsia) perteneció al subestudio de imágenes renales del ensayo POP-HT, en el cual fueron aleatorizadas a telemonitoreo de presión arterial domiciliaria o atención estándar del NHS en el posparto inmediato. El grupo control normotenso fue reclutado en el estudio CAREFOL-HT.
Las participantes fueron enroladas entre enero de 2020 y julio de 2024 en el John Radcliffe Hospital (Oxford, Reino Unido).
Se incluyeron 125 mujeres participantes en ensayos de intervención: 61 con antecedente de preeclampsia, 33 con hipertensión gestacional y 31 con embarazo normotenso. Todas tenían ≥18 años y fueron evaluadas mediante resonancia magnética entre los 6 y 12 meses posteriores al parto.
Durante el embarazo y el posparto se recopilaron datos antropométricos, demográficos, de presión arterial y muestras sanguíneas. El volumen renal, indexado a la superficie corporal, y la diferenciación corticomedular se compararon entre los grupos.
El volumen renal total posparto, indexado a la superficie corporal, fue significativamente menor en las mujeres con antecedentes de preeclampsia en comparación con aquellas con hipertensión gestacional o embarazos normotensos (P=0,049).
Asimismo, se observó una correlación entre el volumen renal total posparto y la tasa de filtrado glomerular estimada al momento del parto (P<0,001). Sin embargo, los menores volúmenes renales no se explicaron por una reducción de la diferenciación corticomedular. Esta última mostró diferencias únicamente en las mujeres con hipertensión gestacional, en comparación con las preeclámpticas (P=0,02) y con las normotensas (P=0,007).
No se hallaron asociaciones significativas entre las medidas renales y la presión arterial registrada durante o después del embarazo.
¿Qué nos deja este estudio?
A los 6 a 12 meses posparto, las mujeres con antecedentes de preeclampsia presentan volúmenes renales más pequeños que aquellas con hipertensión gestacional o embarazos normotensos. Estos volúmenes reducidos se relacionan con una menor función renal al momento del parto, pero no con diferencias en la diferenciación corticomedular. Esta última solo mostró alteraciones en el grupo con hipertensión gestacional.
Estos hallazgos refuerzan la hipótesis de que las alteraciones estructurales subclínicas detectadas por resonancia magnética pueden aportar información valiosa para identificar a mujeres con mayor riesgo de enfermedad renal futura, más allá de los marcadores tradicionales que suelen normalizarse tras el parto.