Aunque poco atendido, el sueño es un proceso vital para el ser humano, al igual que alimentarse y reproducirse, cuidadosamente orquestado por el cerebro, caracterizado por una dominancia del sistema nervioso parasimpático o vagal, que provee una oportunidad al eje cardiovascular y respiratorio para restaurar su equilibrio en respuesta al estrés o fatiga causado durante las horas de vigilia.
El ciclo natural del sueño y la vigilia se ha visto afectado a lo largo de nuestra historia por diversos cambios debidos al progreso, pero sin ninguna duda que el factor que definitivamente rompe con la sincronía natural de nuestros ritmos biológicos ha sido la introducción de la luz artificial. Este elemento ha finalmente condicionado y regulado todas las actividades humanas, terminando por imponer ritmos no naturales, justificados en el mundo laboral y sus actividades productivas. El ser humano ha tenido que adaptarse, a estos nuevos horarios, con la creación de diferentes tipos de turnos laborales, actividades académicas y lúdicas, que alteran los procesos naturales y afectando, al mismo tiempo la calidad de vida con respecto a la salud.
Las alteraciones del sueño como el sueño insuficiente, el insomnio, el síndrome de las piernas inquietas, irregularidades o variación en la duración, el sueño fragmentado y el síndrome de la apnea obstructiva del sueño se presentan hasta en un tercio de los adultos, afectando en muchos aspectos a la salud, incluyendo el metabolismo de los carbohidratos, la función cardíaca y respiratoria y la función sexual, entre otras.
De hecho, se ha comprobado que tanto dormir poco (menos de 6 horas) como mucho (más de nueve horas) están asociados a un riesgo más elevado de sufrir un infarto de miocardio, ictus o muerte de origen cardiovascular, que los que duermen entre seis a nueve horas por noche, siendo la duración promedio recomendada de 7 a 9 horas para los adultos y en los infantes y jóvenes depende mucho de la edad.
El buen dormir es parte fundamental para una buena salud, y cada vez más se le otorga mayor reconocimiento para la salud física y mental, tanto por los médicos como por el público en general; pero, paradójicamente, el sistema de vida impulsa a dormir menos, debido a los numerosos distractores (TV, teléfono, WhatsApp, Facebook, etc) que obstaculizan prestarle mayor consideración a esta función recuperadora por excelencia.
Recientemente, la Asociación Americana del Corazón (AHA por sus siglas en inglés) incorporo esta función como la octava regla para una vida saludable en virtud de que numerosos estudios epidemiológicos han identificado a un sueño pobre habitual como un factor de riesgo de mortalidad por cualquier causa y las subsecuentes investigaciones han explorado potenciales mecanismos, incluyendo las implicaciones para la salud cardiometabólica. Además, ciertas tendencias hacia el deterioro en la salud del sueño parecen ser responsables de algunas variaciones cambiantes en la prevalencia del riesgo cardiometabólico de la población.
Aunque mucho de la información existente se relaciona a la duración del sueño, es necesario hacer notar que la salud del sueño es un constructo multidimensional con componentes que se solapan como duración, temporalidad, regularidad, eficiencia, satisfacción e impacto sobre la vigilia.
Inicialmente, en el año 2010, la AHA definió las siete métricas de identificación de conductas saludables y factores relacionados a la salud que condicionan la óptima salud cardíaca y cerebral y posteriormente reafirmados y ampliados en el año 2017.
Debido a las numerosas aportaciones de la investigación clínica y de observación se abrió la oportunidad de redimensionar tales reglas esenciales en mayor detalle, agregando a ella la referente al sueño. Cuatro de las métricas originales (dieta, exposición a nicotina, lípidos sanguíneos y glucemia) se han redefinido para ser consistentes con las nuevas guías clínicas o ser compatibles con los nuevos instrumentos de medición. Además, cada métrica tiene un nuevo algoritmo de puntuación en una escala de 0 a 100 puntos, la cual puede ser calculada online en www.heart.org/lifes8, permitiendo la generación de una nueva escala de salud cardiovascular y con ello ser aplicado a cualquier persona mayor de dos años. La mayor puntuación posible es 100, categorizando de 0 a 50 como personas con “baja” salud cardiovascular; de 50 a 79 sugiere un grado “moderado” de salud y por encima de 80, “máxima” salud cardiovascular.