En los últimos 50 años, la producción mundial de carne ha aumentado significativamente, y su consumo en muchas regiones excede las recomendaciones dietéticas. Este fenómeno se ha asociado con un mayor riesgo de enfermedades no transmisibles, entre ellas la diabetes tipo 2 (DBT2).
Diversos metaanálisis han demostrado una relación positiva entre el consumo de carne roja sin procesar y carne procesada con un mayor riesgo de DBT2, aunque algunas revisiones han cuestionado la solidez de esta evidencia. La carne de ave ha sido considerada una alternativa más saludable, pero los estudios sobre su relación con la DBT2 han arrojado resultados inconsistentes.
Además, las investigaciones sobre el consumo de carne y su asociación con la DBT2 han mostrado una notable heterogeneidad, probablemente debido a diferencias en los métodos de investigación y en las características poblacionales.
La mayoría de los estudios provienen de poblaciones de Estados Unidos y Europa, lo que resalta la necesidad de análisis en poblaciones más diversas. Hasta la fecha, no se ha realizado un metaanálisis de datos individuales de participantes a nivel global para evaluar esta asociación.
Chunxiao Li y cols. analizaron la relación entre el consumo de carne roja sin procesar (res, cerdo, cordero y ternera), carne procesada (tocino, jamón, salchicha y hot dogs) y carne de aves de corral (pollo, pavo, pato y ganso) con el riesgo de desarrollar DBT2.
Para ello, utilizaron datos de cohortes mundiales y un enfoque analítico armonizado, realizando un metaanálisis federado de datos individuales de participantes, que incluyó 31 cohortes del proyecto InterConnect.
Las cohortes provenían de las Américas (n=12), el Mediterráneo Oriental (n=2), Europa (n=9), el Sudeste Asiático (n=1) y el Pacifico Occidental (n=7).
Los participantes eran elegibles si tenían 18 años o más, disponían de datos sobre consumo dietético y DBT2 incidente, y fueron excluidos aquellos con un diagnóstico de cualquier tipo de diabetes al inicio o con datos incompletos.
De un total de 1.966.444 adultos elegibles, se identificaron 107.271 casos incidentes de DBT2 durante un seguimiento mediano de 10 años.
El consumo mediano de carne en las cohortes fue de 0-110 g/día para carne roja sin procesar, 0-49 g/día para carne procesada y 0-72 g/día para carne de aves.
Las cohortes europeas reportaron el consumo más elevado de carne procesada, mientras que las cohortes de las Américas registraron un mayor consumo de aves de corral.
El consumo de carne roja sin procesar se asoció positivamente con la incidencia de DBT2 (HR por cada 100 g/día 1.10, IC95%: 1.06-1.15).
También se observó una asociación positiva para el consumo de carne procesada (HR por 50 g/día 1.15, IC95%: 1.11-1.20) y el consumo de aves (HR por 100 g/día 1.08, IC95%: 1.02-1.14).
Las asociaciones entre el consumo de carne roja sin procesar y procesada con la DBT2 fueron significativas en las regiones de las Américas, Europa y el Pacifico Occidental, así como en Asia Oriental.
Sin embargo, estas asociaciones no fueron evidentes en la región del Mediterráneo Oriental (dos estudios) ni en el sur de Asia (un estudio). Por otro lado, la asociación positiva entre el consumo de aves y la incidencia de DBT2 solo fue significativa en la región europea.
Los hallazgos para el consumo de carne de ave fueron más débiles bajo suposiciones de modelado alternativas.
En el modelo más ajustado, que incluía el índice de masa corporal, se estimó que reemplazar 50 g/día de carne procesada por 100 g/día de carne roja sin procesar reduciría el riesgo de DBT2 en un 7% (HR 0.93, IC 95% 0,90–0,97).
Una estimación similar se observó al reemplazar 50 g/día de carne procesada por 100 g/día de aves (HR 0.90, IC95%: 0,82–0,97).
No se encontró evidencia de que reemplazar la carne roja sin procesar por aves redujera la incidencia de DBT2 (HR 0.98, IC95%: 0,90–1,97).
¿Qué podemos recordar?
El consumo de carne, particularmente carne procesada y carne roja sin procesar, es un factor de riesgo para el desarrollo de diabetes tipo 2 en diversas poblaciones.
La evidencia relacionada con el consumo de carne de ave es menos consistente, por lo que se necesitan investigaciones futuras al respecto.
Los autores remarcan que estos hallazgos refuerzan la importancia de reducir el consumo de carne como medida de salud pública y deben ser considerados en la elaboración de guías dietéticas.