La insuficiencia cardíaca (IC) es un síndrome complejo que afecta a más de 64 millones de personas en todo el mundo, y que se asocia a una elevada carga de morbilidad y mortalidad, un deterioro significativo de la capacidad funcional y elevados costos sanitarios. Su prevalencia es especialmente alta en adultos mayores, alcanzando el 17,4% en personas de 85 años o más, lo que posiciona a la IC como un verdadero desafío de salud pública global.
El envejecimiento, sumado a las alteraciones fisiopatológicas propias de la enfermedad, favorece la aparición de condiciones como sarcopenia, obesidad sarcopénica, fragilidad y caquexia cardíaca. Estas entidades comparten un denominador común: el deterioro progresivo de la composición corporal, con pérdida de masa muscular y cambios en la distribución de la grasa corporal. Por ello, la evaluación precisa de la composición corporal adquiere un rol central en la valoración clínica de los pacientes con IC.
En este contexto, cobra relevancia el fenómeno conocido como la “paradoja de la obesidad”, que se basa en la observación de una mayor incidencia de IC en individuos con obesidad, pero con mejores tasas de supervivencia en pacientes con IC que presentan sobrepeso u obesidad. No obstante, esta paradoja se sustenta exclusivamente en el índice de masa corporal (IMC) como marcador de adiposidad, una métrica limitada que no distingue entre masa grasa y masa magra.
De hecho, los resultados de estudios basados en el IMC han sido inconsistentes, lo que cuestiona su utilidad pronóstica. En contraposición, investigaciones recientes que incorporan evaluaciones más detalladas de la composición corporal han mostrado que tanto la sarcopenia como la reducción de la masa muscular total se asocian con peor pronóstico en IC, mientras que los efectos de la adiposidad excesiva parecen más heterogéneos. Algunos trabajos han descrito beneficios asociados a una mayor masa grasa, pero otros han señalado efectos adversos.
Frente a esta variabilidad en la evidencia, Dayana D. Mendonça y cols. realizaron una revisión sistemática y metaanálisis con el objetivo de esclarecer la relación entre los distintos parámetros de composición corporal y la supervivencia en pacientes con IC. Se llevó a cabo una búsqueda exhaustiva en cinco bases de datos hasta enero de 2024. Se seleccionaron artículos que informaran asociaciones entre parámetros de composición corporal y la supervivencia en pacientes con IC.
El desenlace primario fue la mortalidad por todas las causas.
El metaanálisis incluyó 39 estudios de cohortes, con un total de 36.176 pacientes con insuficiencia cardíaca. De estos, 21 estudios fueron aptos para el análisis cuantitativo.
La fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI) osciló entre 23,3% y 62,3%, con cinco estudios centrados en FEVI reducida y cuatro en FEVI preservada.
En el grupo de estudios que evaluaron la masa muscular, la presencia de baja masa muscular se asoció con un incremento significativo del riesgo de mortalidad por todas las causas (HR: 1,73; IC95%: 1,32-2,26; I² = 47%).
Esta asociación se mantuvo tanto en los análisis de sensibilidad como en los análisis por subgrupos.
Por el contrario, una mayor masa grasa no mostró asociación estadísticamente significativa con la mortalidad (HR ajustado combinado: 0,75; IC95%: 0,26-2,12; I² = 77%). Asimismo, el aumento de la grasa abdominal tampoco se vinculó de manera significativa con un mayor riesgo de muerte.
¿Qué nos deja este estudio?
Este metaanálisis proporciona evidencia robusta sobre la importancia pronóstica de los parámetros de composición corporal en pacientes con insuficiencia cardíaca. La presencia de sarcopenia, evaluada como baja masa muscular, se asoció de forma consistente con un aumento del riesgo de mortalidad, destacando el papel de la masa muscular como marcador clave en el pronóstico de esta enfermedad. Por el contrario, ni la masa grasa total ni la adiposidad abdominal mostraron una relación clara con la mortalidad, lo que sugiere que el tejido adiposo podría tener un papel más neutral o incluso variable según el contexto clínico.
Estos hallazgos enfatizan la necesidad de incorporar herramientas de evaluación de la composición corporal en la práctica clínica habitual, más allá del IMC, para identificar a los pacientes con IC en mayor riesgo y orientar de forma más precisa las estrategias terapéuticas y de seguimiento. El abordaje integral de la IC debe incluir no solo el control de síntomas y parámetros hemodinámicos, sino también la preservación o recuperación de la masa muscular como componente esencial del estado funcional y el pronóstico a largo plazo.