Un dormir saludable incluye varios componentes, como la cantidad de horas que se duerme por noche, el tiempo para conciliar el sueño, el funcionamiento durante el día y la satisfacción con la calidad del sueño según lo percibe la persona. Abordar estas distintas dimensiones del sueño podría ayudar a reducir los riesgos para la salud cardiometabólica y los factores de riesgo relacionados, según la American Heart Association (AHA).
La nueva declaración científica, “Salud multidimensional del sueño: definiciones e implicaciones para la salud cardiometabólica”, describe varios componentes de la salud del sueño, como la duración, la continuidad, el horario, la satisfacción, la regularidad y el funcionamiento durante el día. Además, analiza la evidencia más reciente sobre lo que se sabe acerca de la relación entre el sueño y diversos factores de la salud cardiometabólica, como la grasa corporal, cifra de glucemia o colesterol y la presión arterial, así como la forma en que un sueño saludable influye positivamente en la salud física y el bienestar mental.
La mayoría de las personas adultas necesita entre 7 y 9 horas de sueño cada noche, y un sueño subóptimo aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, así como el riesgo de deterioro cognitivo, depresión, obesidad y niveles elevados de presión arterial, glucemia y colesterol. Sin embargo, cada vez hay más pruebas de que la salud del sueño implica mucho más que la cantidad de horas que dormimos cada noche.
Sueño y salud cardiometabólica
Según el documento, ningún aspecto individual de la salud del sueño refleja por completo la experiencia de las personas ni cómo responde su organismo de manera individual. Los componentes del sueño que se mencionan y estudian con menos frecuencia también son relevantes para su conocimiento y contribuyen a la salud física y mental en general y al bienestar. Los componentes analizados del sueño incluyen:
- La duración: Se refiere a la cantidad de horas que una persona duerme por noche (o durante un período de 24 horas). Puede estimarse mediante cuestionarios o diarios, o evaluarse de forma objetiva a través de actigrafía (uso de un dispositivo que registra el movimiento) o polisomnografía (uso de sensores que monitorean la actividad cerebral, la respiración, el ritmo cardíaco, el nivel de oxígeno en sangre y los movimientos oculares para evaluar el sueño). La evidencia más reciente de múltiples estudios indica que dormir menos de 7 horas por noche aumenta el riesgo de fibrilación auricular, síndrome metabólico, enfermedades cardíacas, ictus y la falla en el descenso nocturno de la presión arterial. Dormir demasiado —es decir, más de 9 horas por noche— también se asocia con un mayor riesgo de síndrome metabólico, rigidez arterial, muerte por enfermedad cardíaca o ictus.
- Se refiere a la proporción de tiempo que una persona pasa durmiendo. Se calcula a partir de factores que indican dificultades para dormir, como el tiempo que se tarda en conciliar el sueño, la cantidad de veces que se despierta durante la noche, el tiempo que permanece despierto (después de haberse dormido), los despertares tempranos no planificados y la apnea obstructiva del sueño. Las alteraciones en la continuidad del sueño se han asociado con un mayor riesgo de fibrilación auricular, eventos coronarios, presión arterial alta o mayor resistencia a la insulina.
- El horario: Se refiere a la hora en que una persona suele acostarse durante un período de 24 horas. Los estudios que evalúan el horario del sueño analizan cómo cambia el riesgo cardiometabólico según la hora habitual en que una persona se acuesta y si duerme durante la noche o en horas del día. Aunque la investigación de alta calidad sobre este aspecto es limitada, los datos indican que un horario de sueño subóptimo probablemente se asocie con un aumento en los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares. Acostarse a la medianoche o más tarde, en comparación con acostarse antes de la medianoche, se ha relacionado con un mayor riesgo de sobrepeso u obesidad, resistencia a la insulina y presión arterial elevada.
- La satisfacción. Es la percepción que tiene una persona sobre su propia experiencia al dormir. Un análisis combinado de investigaciones recientes indica que una menor satisfacción con el sueño se asocia con una presión arterial alta, arterias rígidas y menos elásticas, enfermedad coronaria y una presión arterial nocturna que no desciende como debería.
- La regularidad. Se refiere a la estabilidad en la duración y el horario del sueño de una persona a lo largo de los días, por ejemplo, cuando el número de horas de sueño varía entre los días laborales y los fines de semana, lo que se conoce como “jet lag social” y se ha asociado con un riesgo 20% mayor de tener sobrepeso u obesidad, y la variabilidad diaria en el horario del sueño se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, presión arterial alta, inflamación, obesidad y una presión arterial sin descenso nocturno (“no dipper”). En estudios a gran escala, una mayor consistencia en los horarios de sueño y vigilia se ha asociado con una reducción del 22% al 57% en el riesgo de muerte cardiovascular. En un estudio de gran tamaño del Biobanco del Reino Unido, se observó que un horario de sueño irregular se relaciona con un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, incluso entre personas que duermen lo suficiente, y el riesgo más alto se registró en quienes dormían muy poco y tenían patrones de sueño muy irregulares.
- La eficiencia: Se define como la facilidad con que se inicia y mantiene el sueño. Esto incluye el tiempo que se necesita para conciliar el sueño, cuántas veces se despierta a lo largo de la noche y la cantidad de tiempo que se pasa despierto después de quedarse dormido. Las perturbaciones en la eficiencia y continuidad del sueño están vinculadas a un mayor riesgo de FA, infarto de miocardio, hipertensión y resistencia a la insulina.
- El rendimiento diurno relacionado con el sueño es la capacidad de una persona para mantenerse alerta y despierta durante el día (incluido qué tanto sueño o cansancio siente). Puede estimarse mediante información proporcionada por la persona sobre la probabilidad de quedarse dormida en determinadas situaciones (como ver televisión o viajar en automóvil) o evaluarse a través de pruebas de alerta cognitiva (por ejemplo, midiendo el tiempo de reacción ante estímulos visuales o auditivos). La somnolencia excesiva durante el día se asocia con enfermedades cardiovasculares, enfermedad coronaria, ictus y muerte tanto por enfermedades cardiovasculares como por otras causas. Algunos factores de riesgo cardiovascular, como la obesidad, la diabetes tipo 2, la depresión, el tabaquismo y la apnea obstructiva del sueño, se han relacionado con un mayor riesgo de somnolencia diurna, mientras que la pérdida de peso parece reducir la somnolencia excesiva durante el día.
- Se refiere a las etapas del sueño y se evalúa mediante electroencefalografía (EEG) para medir la actividad eléctrica del cerebro. El sueño se divide en dos etapas: movimiento ocular no rápido (NREM), que incluye las etapas de sueño ligero y sueño profundo; y movimiento ocular rápido (REM), que es la etapa más profunda del sueño. Las interrupciones en la continuidad del sueño pueden afectar de manera diferente estas etapas. Un análisis combinado de estudios indicó que interrumpir el sueño NREM, también conocido como sueño de ondas lentas, provocó niveles más altos de resistencia a la insulina en comparación con el sueño no interrumpido.
Diferencias en la salud del sueño
El documento también aborda las diferencias en la salud del sueño entre las personas afectadas por determinantes sociales adversos de la salud. Una revisión reciente de más de 300 estudios halló asociaciones consistentes entre un nivel socioeconómico más bajo y una salud subóptima del sueño. Factores sociales y ambientales, como las características del hogar y del vecindario —incluida la iluminación, la contaminación del aire y del ruido, y la seguridad— también contribuyen a las diferencias en uno o más componentes de la salud del sueño.
En comparación con las personas blancas no hispanas, los individuos pertenecientes a grupos raciales y étnicos históricamente subrepresentados duermen menos y tienen más probabilidades de experimentar una peor continuidad del sueño, menor satisfacción con el sueño, horarios de acostarse más tardíos, mayor irregularidad en el sueño, mayor somnolencia diurna y una mayor incidencia de trastornos del sueño. Estas diferencias se observan a lo largo de la vida y persisten con el tiempo, siendo los adultos negros quienes presentan la peor salud del sueño entre todos los grupos.
Es importante reconocer que cada persona tiene experiencias de dormir diferentes, y esas diferencias pueden contribuir a otras inequidades en la salud, e incluir los distintos componentes del sueño en las conversaciones con los pacientes brinda información esencial que puede ayudar a los profesionales de cuidados de salud a mejorar la atención.
Hacer preguntas como “¿Cuánto tiempo le toma quedarse dormido normalmente cada noche?”, “¿Cuántas veces se despierta durante la noche?” y “¿Con qué frecuencia se siente agotado durante el día?” puede brindarle al paciente la oportunidad de expresar sus inquietudes sobre su experiencia y calidad del dormir. Documentar sus detalles en el historial médico del paciente ayudará al equipo de cuidados de salud a estar informado sobre la salud del sueño del paciente y puede motivar una evaluación o detección más profunda. Esta información también es útil para considerar de qué manera las afecciones de salud del paciente y el régimen de medicamentos recetados podrían estar interfiriendo con su salud del sueño, lo que requerirá ajustes o cambios.
Algunos cambios en el sueño a lo largo de la vida son naturales; sin embargo, las personas no deben aceptar un sueño deficiente o que empeora como un “hecho de la vida” o una consecuencia inevitable del proceso de envejecimiento. Si notan nuevas dificultades para conciliar el sueño o permanecer dormidos, o somnolencia diurna excesiva, deben hablarlo con su médico para una evaluación más exhaustiva y un posible tratamiento.
Se necesita más investigación para optimizar la salud del sueño
Cada vez hay más conciencia sobre la importancia del dormir, sin embargo, se necesita más investigación sobre la multidimensionalidad de la salud del sueño para que los médicos puedan ayudar a los pacientes con formas de promover un sueño saludable y mejorar la salud. Si bien existen numerosos relojes inteligentes y otros dispositivos personales disponibles para rastrear la cantidad de tiempo que se duerme por noche, se necesitan avances en formas de evaluar otras dimensiones del sueño. El uso de datos de medidas tanto autoinformadas como objetivas puede ayudar a garantizar que las recomendaciones sobre salud del sueño se basen en información confiable y completa.
El sueño es uno de los indicadores de salud mencionados en Los Ocho Pasos Esenciales (“Life essential 8” o LE8), la métrica de la AHA para una salud cardiovascular óptima. Al incorporar el sueño en LE8, el único indicador es su duración (número de horas por noche), ya que aún no hay suficiente investigación validada que confirme cómo evaluar otros componentes.
Según algunos estudios de investigación, el mal dormir (como una corta duración de sueño y horarios) contribuye a resultados cardiovasculares adversos. Se necesita evidencia proveniente de ensayos clínicos que confirmen que mejorar la salud del sueño conduce a una mejor salud cardiometabólica. Estos datos podrían ser útiles para desarrollar intervenciones efectivas para ayudar a las personas a mejorar varios componentes de su sueño, lo que, a su vez, favorece una mejor salud cardiometabólica.
Los estudios de investigación sobre la multidimensionalidad de la salud del sueño idealmente incluirían esfuerzos colaborativos entre diversas especialidades médicas, incluida la medicina del sueño, cardiología, endocrinología, gastroenterología, nefrología, neumología y neurología. Además, se debería incluir en los estudios a personas de grupos raciales y étnicos subrepresentados para captar los diversos componentes de la salud del sueño en diversas poblaciones y comunidades. Una comprensión más amplia y una investigación validada sobre el impacto del sueño en la salud física y el bienestar mental son clave para mejorar la salud cardiovascular de todos.
Reflexiones:
- Si bien la evidencia más sólida indica que dormir lo suficiente (es decir, su duración) es fundamental para la salud general , otros componentes del sueño, como mantener un horario constante para acostarse, dormir sin interrupciones, el rendimiento durante el día y la satisfacción con la calidad del sueño, también contribuyen a la salud cardiometabólica y a factores de riesgo relacionados.
- Las diferencias en la salud del sueño pueden contribuir a un aumento en los factores de riesgo y a peores resultados de salud, especialmente en las personas que viven en comunidades con pocos recursos o afectadas por factores sociales adversos que determinan la salud, como un nivel socioeconómico bajo, inestabilidad en la vivienda o discriminación.
- Se alienta a los profesionales de salud a hablar sobre la salud del sueño con sus pacientes, y se necesita investigación específica para identificar intervenciones eficaces que mejoren la salud del sueño y reduzcan el riesgo de afecciones cardiometabólicas.
- Se necesita más investigación para comprender cómo los distintos componentes del sueño afectan la salud cardiometabólica y qué intervenciones podrían optimizar la salud del sueño.