La obesidad severa definida como un índice de masa corporal ≥ 40 kg/m² se ha consolidado como uno de los grandes retos de la salud cardiovascular a nivel global. Aunque su asociación con enfermedades crónicas está bien establecida, su impacto específico en el infarto agudo de miocardio con elevación del segmento ST (IAMCEST) ha sido menos explorado.
Un estudio retrospectivo realizado por Johannes Schmucker y cols. en un centro cardiológico de Alemania entre 2006 y 2022 analizó la evolución temporal, las características clínicas y los desenlaces de pacientes con IAMCEST según su índice de masa corporal, poniendo especial foco en el subgrupo con obesidad severa.
De los 11 629 pacientes evaluados, el 2,3% presentaba obesidad severa.
Este grupo estaba compuesto en mayor proporción por mujeres, tenía una prevalencia más alta de diabetes y, en promedio, era 8,6 años más joven que los pacientes con peso normal (57,8 frente a 66,4 años).
El análisis temporal reveló un aumento significativo en la prevalencia de obesidad severa, que pasó del 1,9% en el período 2006–2013 al 2,6% entre 2013–2022. Este incremento fue más pronunciado en las mujeres, pasando del 2,5% al 3,7%, y alcanzó cifras particularmente alarmantes en pacientes jóvenes. Entre quienes tenían menos de 55 años, la obesidad severa aumentó un 128% en mujeres (de 4,9% a 11,3%) y un 71% en hombres (de 2,2% a 3,7%), ambos cambios estadísticamente significativos.
A pesar de que el tratamiento agudo del IAMCEST y la tasa de eventos adversos intrahospitalarios no mostraron diferencias relevantes entre los pacientes con obesidad severa y aquellos con peso normal, el pronóstico fue considerablemente peor en el primer grupo.
La mortalidad a 30 días alcanzó el 14,2% frente al 9,2% en los pacientes de peso normal, con un hazard ratio ajustado de 1,99. A los cinco años, las cifras se ampliaron aún más: 30,6% de mortalidad en pacientes con obesidad severa frente a 20,6% en los de peso normal, con un hazard ratio ajustado de 2,03. Estos resultados posicionan a la obesidad severa como un marcador pronóstico independiente de mortalidad, tanto a corto como a largo plazo, en el contexto del IAMCEST.
El estudio también pone de manifiesto un cambio en el perfil epidemiológico del infarto agudo de miocardio, que ya no se limita al paciente varón de edad avanzada con factores de riesgo tradicionales. El aumento sostenido de casos en mujeres jóvenes con obesidad severa redefine la población afectada y plantea la necesidad de adaptar las estrategias de prevención, detección y tratamiento.
¿Qué nos deja este estudio?
Aunque la obesidad severa aún representa un porcentaje reducido de los pacientes con IAMCEST, su prevalencia está en aumento y se asocia con peores desenlaces clínicos. La tendencia ascendente, sobre todo en mujeres jóvenes, exige medidas preventivas y terapéuticas específicas, así como políticas de salud pública que aborden el problema desde etapas tempranas de la vida.
Más allá de las cifras, este trabajo invita a reflexionar sobre la urgencia de intervenir de manera integral frente a la obesidad severa. No solo se trata de un factor de riesgo modificable, sino también de una condición que adelanta el debut de la enfermedad coronaria grave, compromete el pronóstico y amenaza con seguir creciendo si no se implementan acciones decididas en los ámbitos clínico, comunitario y político.