La Organización Mundial de la Salud informó recientemente que, en 2022, 37 millones de niños menores de 5 años y más de 390 millones de entre 5 y 19 años tenían sobrepeso, incluyendo 160 millones con obesidad. Estos datos reflejan un aumento dramático en las tasas de obesidad pediátrica, que se han cuadruplicado desde 1990. Ante esta situación, y considerando las consecuencias graves para la salud que conlleva, Bomberg y cols. propusieron recientemente considerar la obesidad infantil como una emergencia de salud pública en los Estados Unidos.
La obesidad en la infancia se asocia con una serie de trastornos metabólicos, entre ellos la enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASLD), que afecta aproximadamente al 38 % de los niños con obesidad. Asimismo, condiciones como la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico y la dislipidemia afectan en conjunto a cerca del 40 % de esta población, y aproximadamente una cuarta parte de los niños con obesidad presenta hipertensión. Sin embargo, a pesar de la evidencia sobre los efectos perjudiciales de la obesidad infantil, aún se dispone de escasa información sobre cómo la gravedad del exceso de peso se relaciona con comorbilidades específicas en la infancia.
Eliane Münte y cols. realizaron un estudio transversal que analizó datos de 25.847 participantes de entre 2 y 18 años, incluidos en la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES) entre 2008 y 2023. La NHANES es una encuesta representativa a nivel nacional que evalúa el estado de salud y nutrición de la población estadounidense mediante cuestionarios, exámenes físicos y pruebas de laboratorio. El objetivo del análisis fue evaluar las tendencias en la prevalencia de obesidad pediátrica y su asociación con comorbilidades metabólicas según el grado de obesidad.
En los Estados Unidos, la obesidad pediátrica se define como un índice de masa corporal (IMC) igual o superior al percentilo 95 para la edad y el sexo. La obesidad severa se clasifica en clase 2 (IMC ≥120 % y <140 % del percentilo 95) y clase 3 (IMC ≥140 % del percentilo 95). En el presente estudio, se utilizó una categorización adicional para identificar los casos de obesidad extremadamente severa, definidos como clase 4 (IMC ≥160 % y <180 %) y clase 5 (IMC ≥180 % del percentilo 95).
La cohorte incluyó una proporción equilibrada por sexo (51 % varones), con una mediana de edad de 10 años (RIC 6-15).
A lo largo del período analizado, se observó un aumento sostenido en la prevalencia de obesidad infantil.
Particularmente llamativo fue el incremento relativo de la obesidad extremadamente severa, que pasó del 0,32 % (IC 95 %: 0,17 %-0,59 %) en 2008 al 1,13 % (IC 95 %: 0,78 %-1,65 %) en 2023, lo que representa un aumento del 253,1 %. Entre 2020 y 2023, la obesidad extremadamente severa fue especialmente prevalente en adolescentes de entre 16 y 18 años (1,99 %; IC 95 %: 1,31 %-2,99 %) y en participantes no hispanos de raza negra (2,04 %; IC 95 %: 1,45 %-2,86 %).
En comparación con las formas menos graves de obesidad, la obesidad extremadamente severa se asoció con un riesgo significativamente mayor de complicaciones metabólicas.
Las probabilidades de presentar MASLD fueron 6,74 veces más altas (IC 95 %: 3,30-15,75), mientras que el riesgo de prediabetes o diabetes fue casi cinco veces mayor (OR: 4,94; IC 95 %: 3,41-7,14). La resistencia severa a la insulina presentó una asociación aún más pronunciada (OR: 8,05; IC 95 %: 3,70-17,02), y la probabilidad de síndrome metabólico fue casi el doble (OR: 1,99; IC 95 %: 1,45-2,73) en comparación con los grupos con menor grado de obesidad.
¿Qué nos dejar este articulo?
este estudio transversal representativo a nivel nacional revela un aumento significativo en la prevalencia de obesidad extremadamente severa entre niños y adolescentes en los Estados Unidos durante los últimos 15 años, especialmente entre adolescentes mayores y personas no hispanas de raza negra. Esta forma de obesidad se asocia con un riesgo marcadamente mayor de desarrollar complicaciones metabólicas y cardiovasculares graves, como MASLD, diabetes tipo 2, resistencia severa a la insulina y síndrome metabólico. Estos hallazgos subrayan la necesidad urgente de desarrollar e implementar estrategias integrales de salud pública que aborden la obesidad pediátrica de manera temprana, sostenida y equitativa
Reflexión final
Más allá de las cifras, este estudio interpela directamente a los sistemas de salud, las comunidades escolares, los entornos familiares y los responsables de políticas públicas. Abordar la obesidad infantil en sus formas más graves no solo es una prioridad sanitaria, sino también una responsabilidad social y colectiva frente a una generación que enfrenta riesgos crecientes para su salud y bienestar a lo largo de la vida.