Las enfermedades cardiovasculares (ECV) representan una carga significativa para la salud pública global, siendo la principal causa de muerte prematura a nivel mundial. En este contexto, la detección temprana y la estratificación del riesgo son cruciales para mitigar su impacto.
El electrocardiograma (ECG) en reposo se utiliza ampliamente como herramienta no invasiva y accesible para el screening de ECV, especialmente en países como Japón, donde forma parte de los exámenes de salud anuales.
A pesar de su amplia adopción, la utilidad pronóstica del ECG en la práctica rutinaria ha sido objeto de debate, especialmente en términos de su capacidad para predecir eventos cardiovasculares graves.
Ryuichiro Yagi y cols. llevaron a cabo un estudio de cohorte nacional con el propósito de evaluar la asociación entre las anomalías del ECG y la incidencia de ECV, así como el riesgo de desarrollar anomalías mayores a partir de anomalías menores en el ECG.
La cohorte incluyó a los individuos de 35 a 65 años, sin antecedentes de ECV o anomalías mayores en el ECG al inicio del estudio en 2016, provenientes de la base de datos de la Asociación de Seguros de Salud de Japón, que cubre aproximadamente el 40% de la población en edad laboral del país.
Cada participante fue categorizado según los hallazgos de su ECG basal en: normal, 1 anomalía menor, ≥ 2 anomalías menores o anomalía mayor.
El punto final primario fue un compuesto de muerte por todas las causas y hospitalización por enfermedad cardiovascular, definida como secundaria a infarto de miocardio, accidente cerebrovascular o insuficiencia cardíaca. Como evento secundario se evaluó la posibilidad de desarrollar una nueva anomalía mayor en el ECG a lo largo del periodo de seguimiento.
En total, se incluyeron 3.698.429 individuos con un ECG realizado en 2016. La edad media fue 47.1±8.5 años, con un 66.6% de hombres. Además, el 14.1% presentaba hipertensión, el 3.6% diabetes y el 8.1% dislipemia.
El 77.7% de los participantes tenía un ECG normal, mientras que el 16.8% presentaba 1 anomalía menor en el ECG, el 3.9% tenían 2 o más anomalías menores, y el 1.5% una anomalía mayor en el ECG.
Durante una mediana de seguimiento de 5.5 años, el 4.2% de los participantes presentaron el punto final primario de muerte por todas las causas y hospitalización por ECV.
En comparación con aquellos con un ECG normal, los individuos con anomalías en el ECG mostraron un aumento en la incidencia del punto final primario (HR aj 1.19, IC95%: 1.18-1.12, para 1 anomalía menor, HR 1.37, IC95%: 1.34-1.39, para ≥ 2 anomalías menores y HR aj 1.96, IC95%: 1.92-2.02 para una anomalía mayor en el ECG).
Se obtuvieron resultados similares para cada uno de los componentes individuales del punto final primario.
Además, entre aquellos sin una anomalía mayor en el ECG en 2016, el 5.1% desarrolló al menos una nueva anomalía mayor durante el seguimiento.
La presencia y el número de anomalías menores en el ECG se asociaron con un aumento en la incidencia de desarrollar nuevas anomalías mayores en el ECG en comparación con el grupo con ECG normal (HR aj 2.52, IC95%: 2.49-2.55, para 1 anomalía menor y HR aj 3.61, IC95%: para 2 o más anomalías menores).
¿Qué podemos recordar?
Este estudio de cohorte a nivel nacional en Japón, destaca que las anomalías del ECG se asocian independientemente con un mayor riesgo de muerte por todas las causas y hospitalización asociada a ECV
Las anomalías menores se asociaron independientemente con una mayor incidencia de desarrollar una nueva anomalía mayor en el ECG.
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