La insuficiencia cardíaca (IC) continúa representando un importante problema de salud pública, asociada a frecuentes hospitalizaciones, deterioro de la calidad de vida y elevadas tasas de reingreso, a pesar de los avances en terapias farmacológicas y dispositivos. Más allá del manejo médico convencional, crece la evidencia que destaca el impacto de los determinantes sociales de la salud —como la inseguridad alimentaria y nutricional— sobre los resultados clínicos en esta población.
En este contexto, durante el Congreso AHA 2025 se presentaron los resultados del estudio FOOD-HF, un ensayo clínico aleatorizado que evaluó si la entrega domiciliaria de comidas médicamente planificadas o cajas de productos frescos, combinada con asesoramiento nutricional brindado por un dietista, podía mejorar la calidad de vida y los resultados postalta en pacientes recientemente hospitalizados por IC aguda.
El estudio incluyó a 150 adultos dados de alta recientemente tras una hospitalización por IC aguda en el UT Southwestern Medical Center o el Parkland Hospital de Dallas.
La edad mediana fue de 60 años; el 39% eran mujeres, el 42% se identificaron como personas negras, el 33% como hispanas y el 23% como blancas no hispanas. La mayoría presentaba comorbilidades relevantes: el 95% tenía hipertensión arterial, el 54% diabetes tipo 2, el 53% reportó inseguridad alimentaria, el 55% inseguridad nutricional y el 69% refirió no tomar regularmente su medicación.
Los participantes fueron asignados aleatoriamente a tres grupos:
- Comidas médicamente planificadas (MTM): 14 comidas completas, refrigeradas y bajas en sodio por semana, más asesoramiento nutricional.
- Cajas de productos frescos: frutas, verduras, granos integrales, lácteos, huevos, aceite de oliva, alimentos básicos de despensa y recetas saludables, más asesoramiento nutricional.
- Grupo control: asesoramiento nutricional sin entrega de alimentos.
Adicionalmente, los grupos con entrega de alimentos se subdividieron en dos modalidades:
- Entrega condicional: los pacientes recibían los alimentos solo si retiraban su medicación y asistían a sus controles médicos.
- Entrega incondicional: los alimentos se entregaban independientemente del cumplimiento de esas condiciones.
El punto final primario fue el compuesto del total de hospitalizaciones o visitas al servicio de urgencias por IC.
Los puntos finales secundarios incluyeron un compuesto jerárquico (win ratio) que evaluó la ocurrencia de muerte, eventos de IC y mejoría de la calidad de vida definida como un aumento ≥10 puntos en la puntuación del Kansas City Cardiomyopathy Questionnaire Clinical Summary Score (KCCQ-CSS). También se analizaron el cambio absoluto en la puntuación del KCCQ-CSS y la probabilidad de alcanzar una mejoría clínicamente significativa (≥10 puntos).
Durante los 90 días de seguimiento, se registraron 32 eventos de hospitalización o visitas a emergencias por IC, sin diferencias significativas entre los grupos que recibieron suplementación alimentaria y el grupo control (riesgo relativo ajustado 1,09; IC 95%: 0,49–2,43; p=0,83).
Sin embargo, los resultados secundarios favorecieron la intervención alimentaria. El compuesto jerárquico mostró una mejora impulsada principalmente por una mejor calidad de vida (razón de ganancias 1,21; IC 95%: 1,14–1,29). Además, una proporción significativamente mayor de pacientes alcanzó una mejoría clínicamente significativa en la calidad de vida con la intervención alimentaria en comparación con la atención habitual (OR ajustado 2,09; IC 95%: 1,01–4,31; p=0,046).
Entre los subgrupos, los pacientes del grupo de entrega condicional reportaron una mejor calidad de vida que los del grupo incondicional, y quienes recibieron cajas de productos frescos manifestaron mayor satisfacción que aquellos que recibieron comidas preparadas, según la encuesta al finalizar el estudio.
¿Qué nos deja este estudio?
La entrega de alimentos saludables —ya sean comidas médicamente planificadas o cajas de productos frescos— junto con asesoramiento nutricional mejoró de manera significativa la calidad de vida de los pacientes recientemente hospitalizados por IC, aunque no redujo las tasas de readmisión ni las visitas a urgencias durante los 90 días de seguimiento.
El estudio destaca la importancia de abordar la inseguridad alimentaria y nutricional como parte integral del tratamiento de la IC. Pese a las limitaciones de su tamaño muestral reducido (150 pacientes) y su corta duración, los hallazgos ofrecen una base sólida para futuras investigaciones que evalúen el potencial de las intervenciones alimentarias como complemento terapéutico en esta población vulnerable.
