La calcificación de las arterias coronarias sigue siendo un desafío clínico relevante en el contexto de la intervención coronaria percutánea (ICP), incluso en la era de los avances tecnológicos en dispositivos y técnicas. Las lesiones calcificadas se asocian a una mayor probabilidad de implantación subóptima del stent, complicaciones intraprocedimiento y peores desenlaces a largo plazo. En este escenario, la identificación precisa y el manejo adecuado de estas lesiones resultan fundamentales para optimizar los resultados clínicos.
La angiografía, pese a ser la herramienta de imagen más utilizada durante la ICP, presenta limitaciones importantes para caracterizar con precisión la morfología de la calcificación coronaria. En cambio, la imagenología intravascular —particularmente la tomografía de coherencia óptica (OCT)— permite una evaluación más detallada de la severidad y extensión del calcio, lo cual facilita una preparación más efectiva de la lesión antes del implante del stent y permite detectar y corregir expansiones subóptimas, un hallazgo frecuente en este tipo de lesiones y asociado con eventos adversos. Estudios recientes han demostrado que el uso de imagenes intravasculares en lesiones complejas se traduce en mejores resultados clínicos en comparación con la guía convencional por angiografía. Sin embargo, hasta ahora, ningún ensayo clínico aleatorizado había evaluado específicamente los beneficios de la guía por OCT en pacientes con lesiones coronarias calcificadas.
Ziad A. Ali y cols. llevaron a cabo un subanálisis del estudio ILUMIEN IV con el objetivo de comparar los resultados clínicos y del procedimiento de la ICP guiada por OCT frente a la guiada por angiografía en el subgrupo de pacientes con lesiones calcificadas.
Para este análisis se incluyeron pacientes con una única lesión objetivo, cuya calcificación fue clasificada por un laboratorio central como ausente, leve, moderada o severa. El objetivo primario de imagen fue el área mínima del stent (MSA) post-ICP, evaluada por OCT, mientras que el objetivo clínico primario fue el fallo del vaso objetivo (TVF) a dos años, definido como la combinación de muerte cardíaca, infarto de miocardio relacionado con el vaso (TV-MI) o revascularización del vaso objetivo inducida por isquemia.
En la población total (n = 2114), se observó una interacción significativa entre el tipo de guía utilizada (OCT vs angiografía) y el grado de calcificación de la lesión (moderada/severa [n = 1082] vs ausente/leve [n = 1032]) sobre la tasa de TVF a dos años (P interaccion = 0,01).
En las lesiones moderada o severamente calcificadas, el MSA post-ICP fue significativamente mayor en el grupo guiado por OCT (5,57 ± 1,86 mm²) en comparación con el guiado por angiografía (5,33 ± 1,78 mm²; P = 0,03).
En esta misma cohorte, la tasa de TVF a dos años fue menor con OCT que con angiografía (6.8% vs. 9.7%, HR aj 0.62, IC95%: 0.40-0.96). En cambio, en los pacientes con lesiones sin o con calcificación leve no se observaron diferencias significativas (7,7% vs 5,2%; HRa 1,48; IC 95%: 0,90–2,44; P interaccion = 0,01).
Además, en las lesiones moderada/severamente calcificadas, la guía por OCT se asoció con una reducción significativa en la tasa de eventos cardíacos adversos mayores graves a dos años (2,8% vs 4,7%; HRa 0,49; IC 95%: 0,25–0,95; P = 0,03), TV-MI (1,9% vs 4,0%; HRa 0,36; IC 95%: 0,17–0,79; P = 0,01) y trombosis del stent (0,2% vs 1,5%; HRa 0,11; IC 95%: 0,01–0,89; P = 0,04).
¿Qué nos deja este estudio?
En el ensayo ILUMIEN IV, la ICP guiada por OCT en pacientes con lesiones moderada o severamente calcificadas permitió reducir significativamente la tasa de fallo del vaso objetivo a dos años en comparación con la guía por angiografía. Este beneficio no se observó en pacientes con lesiones sin o con escasa calcificación, lo que sugiere que la OCT aporta un valor diferencial particularmente relevante en contextos de calcificación coronaria avanzada.