La enfermedad de conducción cardíaca (ECC) es una alteración electrofisiológica del corazón caracterizada por un compromiso anatómico o funcional del sistema de conducción, lo que resulta en un retraso en la conducción del impulso eléctrico o en una interrupción parcial, transitoria o completa del mismo. Los principales subtipos de ECC son el bloqueo auriculoventricular (BAV) y el bloqueo de rama (BR), con prevalencias estimadas de aproximadamente 2% y 3,7%, respectivamente.
La evidencia epidemiológica actual sugiere que la ECC se asocia con un mayor riesgo de eventos cardíacos adversos y de mortalidad. Un metaanálisis demostró que las personas con BAV de primer grado tienen un riesgo 1,24 veces mayor de mortalidad por cualquier causa. Además, el estudio de Prevención Primaria de Gotemburgo identificó que el bloqueo de rama izquierda (BRI) se asoció con un aumento de 3,3 veces en el riesgo de muerte coronaria y de 1,85 veces en la mortalidad total. Incluso en ausencia de otras enfermedades cardiovasculares, la ECC se ha vinculado con un mayor riesgo de fibrilación auricular, insuficiencia cardíaca y mortalidad por cualquier causa, como lo muestra el estudio Cardiovascular Health Study.
A pesar de que un aumento modesto en el riesgo de ECC puede traducirse en una importante carga de morbilidad y mortalidad, pocos estudios han investigado sus factores de riesgo. Por ejemplo, el Cardiovascular Health Study, que incluyó a 5.050 adultos mayores de 65 años, mostró que una mayor actividad física se asociaba con menor riesgo de ECC. Por otro lado, datos del UK Biobank revelaron que el consumo leve a moderado de cerveza y sidra se relacionaba significativamente con un mayor riesgo de bradiarritmias, aunque no se encontró una asociación significativa entre el consumo total de alcohol y el riesgo de BAV.
Si bien los hábitos de vida se consideran factores clave en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, la relación entre comportamiento sedentario y duración del sueño nocturno con la ECC continúa siendo poco explorada. Además, aunque estos hábitos pueden variar a lo largo del tiempo, la evidencia sobre su impacto sostenido en el desarrollo de ECC es limitada. Las guías de 2018 del American College of Cardiology/American Heart Association/Heart Failure Society of America ofrecen recomendaciones escasas sobre el manejo del riesgo de ECC, especialmente en lo que respecta a factores modificables.
En este contexto, Jiwen Zhong y cols. buscaron evaluar de manera integral la relación entre los factores de estilo de vida modificables y el riesgo de ECC, a fin de orientar futuras recomendaciones clínicas y estrategias preventivas tempranas. Además, se evaluaron tanto los factores de estilo de vida basales como su evolución a lo largo del seguimiento, para analizar su impacto a largo plazo sobre la incidencia de ECC.
Se analizaron datos de 89.377 participantes sin evidencia de ECC al inicio del estudio, todos ellos incluidos en la cohorte Kailuan. La edad de los participantes oscilaba entre los 18 y los 90 años. Para evaluar la relación entre factores de estilo de vida modificables y la incidencia de ECC, se recopilaron datos sobre tabaquismo, consumo de alcohol, actividad física, comportamiento sedentario y duración del sueño nocturno, tanto al inicio del estudio como a lo largo del seguimiento.
Durante un período de seguimiento acumulado de 1.226.634,1 personas-año (mediana: 14,1 años), se identificaron 3.723 nuevos casos de ECC. Esto corresponde a una tasa de incidencia de 3,04 por cada 1.000 personas-año.
Al analizar los estilos de vida al inicio del estudio, se observó que el riesgo de desarrollar ECC fue significativamente mayor en los participantes que consumían cinco o más bebidas alcohólicas por día en comparación con quienes no presentaban este hábito (HR aj 1.16, IC 95%: 1,04 a 1,32). De igual forma, quienes pasaban al menos cuatro horas al día en comportamiento sedentario presentaron un riesgo aumentado de ECC (HR aj de 1.12, IC95%: 1,03 a 1,22). Además, los participantes que dormían nueve o más horas por noche también mostraron un mayor riesgo en comparación con aquellos con duración de sueño dentro del rango recomendado (HR 1.32, IC95%: 1.02 a 1.68).
Al analizar los estilos de vida mantenidos a lo largo del tiempo, las asociaciones con la incidencia de ECC fueron aún más marcadas.
Los participantes que sostuvieron un consumo diario de cinco o más bebidas alcohólicas presentaron un riesgo más del doble de desarrollar enfermedad de conducción cardíaca en comparación con quienes mantuvieron un consumo bajo o nulo (HR ajustado: 2,16; IC 95%: 1,68–2,79). De igual manera, aquellos con un comportamiento sedentario crónico de al menos cuatro horas al día mostraron un riesgo significativamente mayor (HR ajustado: 1,77; IC 95%: 1,50–2,09). Por último, dormir nueve o más horas por noche de forma habitual también se asoció con un incremento del riesgo de ECC (HR ajustado: 1,67; IC 95%: 1,25–2,24), en comparación con quienes reportaron una duración de sueño dentro del rango considerado saludable.
¿Qué nos deja este articulo?
El consumo excesivo de alcohol, un comportamiento sedentario elevado y una mayor duración del sueño se asociaron con un mayor riesgo de ECC en adultos. Estos hallazgos respaldan el impacto beneficioso de un estilo de vida saludable en la prevención primaria de la enfermedad de conducción cardíaca.