A pesar del reciente aumento de la longevidad en EE.UU, éste no se ha traducido en una extensión de la vida con salud (‘healthspan’), dada la incidencia de enfermedades crónicas y al deterioro de las funciones físicas y cognitivas en adultos mayores.
Uno de los factores modificables importantes en este contexto es la dieta.
Diversos estudios han mostrado asociaciones entre la ingesta de proteínas y el mantenimiento de la movilidad física, así como una reducción del riesgo de fracturas de cadera. Además, se ha observado que una adecuada ingesta de proteínas está relacionada con el mantenimiento de la densidad ósea, la masa muscular y la función cognitiva. Sin embargo, aún no se comprende completamente el papel específico de la fuente de proteínas en la dieta (animal o vegetal).
Andres V Ardisson Korat y cols. evaluaron el rol a largo plazo de la ingesta proteica en el envejecimiento saludable entre las participantes de la cohorte prospectiva del Nurses’ Health Study (NHS).
El NHS se estableció en 1976 con 121.700 enfermeras registradas que tenían entre 30 y 55 años en el momento de la inscripción.
Para el análisis principal, se utilizó la ingesta media de proteínas derivada de los cuestionarios nutricionales de 1984 y 1986.
La evaluación del envejecimiento saludable definido como ausencia de cualquiera de las 11 enfermedades crónicas mayores, buena salud mental, y ausencia de deterioro cognitivo o físico se realizó en 2016.
Se incluyeron en el análisis 48.762 participantes, de las cuales 3.721 (7.6%) reunían criterios de envejecimiento saludable.
La edad media al inicio del estudio fue de 48,6 años.
El consumo medio de proteínas representó el 18.3% de la ingesta energética total, esto incluyó un 13.3% de proteína animal no láctea, un 3.6% proteína proveniente de lácteos y un 4.9% fue de origen vegetal.
Se observó una asociación significativa entre la ingesta de proteínas y una mayor probabilidad de envejecimiento saludable.
Por cada incremento del 3% en la ingesta de proteínas, las probabilidades de envejecimiento saludable aumentaban significativamente, para la proteína animal (OR 1.07, IC95%: 1.02-1.11), para la proteína láctea, analizada por separado de la proteína animal (OR 1.14, IC95%: 1.06-1.23) y para la proteína vegetal (OR 1.38, IC95%: 1.24-1.54).
Específicamente, las proteínas vegetales se asociaron con mayor probabilidad de mantener una buena salud mental y con ausencia de limitaciones físicas.
En los análisis de sustitución, se observaron asociaciones positivas significativas al reemplazar isocalóricamente carbohidratos, grasas o proteínas animales o lácteas por proteínas vegetales (ORs para envejecimiento saludable: 1,22–1,58 para reemplazo de 3% de la energía por proteína vegetal).
En un análisis de regresión multivariada, se encontró que el consumo de proteína animal se asoció significativamente con una disminución del 6% en las probabilidades de envejecimiento saludable. . Por otro lado, el consumo de proteínas vegetales se asoció con un incremento del 46% (IC95%: 30%-65%) en la probabilidad de envejecimiento saludable por cada aumento del 3% en la ingesta energética. ca.
En otro modelo multivariado donde se controló por el tipo de proteína (vegetal vs. animal), las asociaciones estadísticas se robustecieron. .
Para cada aumento del 3% en la ingesta energética de proteína animal o láctea, se observó un aumento del 7% y 14%, respectivamente, en la probabilidad de envejecimiento saludable, mientras que para el mismo incremento en la ingesta de proteína vegetal, la probabilidad de envejecimiento saludable se incrementó en un 38%.
¿Qué podemos recordar?
La ingesta a largo plazo de proteínas se asocia con un envejecimiento saludable.
El efecto es especialmente marcado para las proteínas vegetales.
