La insuficiencia cardíaca (IC) es un problema de salud global en aumento, que afecta a 1 de cada 5 personas y se asocia con alta morbilidad y una reducción significativa de la calidad de vida.
En la IC, la congestión es un factor clave que contribuye a síntomas como disnea, ortopnea y edema periférico, además de incrementar el riesgo de hospitalización. Por esta razón, durante décadas se ha recomendado a los pacientes con IC crónica restringir su ingesta de líquidos a aproximadamente 1500 mL/día. Sin embargo, esta indicación se ha basado más en la intuición clínica que en evidencia científica sólida. De hecho, los estudios disponibles sugieren que la restricción hídrica podría no aportar beneficios adicionales en comparación con una ingesta más liberal.
Además, la restricción de líquidos podría afectar negativamente la adherencia al tratamiento, la relación médico-paciente y la calidad de vida de los pacientes. Ante la falta de evidencia concluyente, las guías de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) y del Colegio Americano de Cardiología/Asociación Americana del Corazón (ACC/AHA)solo incluyen recomendaciones generales sin un nivel de evidencia claro, enfatizando la necesidad de más estudios.
En este contexto, se diseñó el estudio FRESH-UP, cuyos resultados se presentaron durante el Congreso ACC 2025.
Se trata de un ensayo clínico realizado en los Paises Bajos, pragmático, multicéntrico, abierto, aleatorizado y controlado que evaluó el impacto sobre la calidad de vida de dos estrategias de manejo hídrico en pacientes ambulatorios con IC crónica: una ingesta liberal de líquidos, según la sensación de sed versus una restricción hídrica, limitada a ≤1500 mL/día durante 3 meses.
El criterio de valoración principal fue la calidad de vida a los 3 meses, medida a través del puntaje total del cuestionario KCCQ-OSS.
Se incluyeron pacientes con insuficiencia cardíaca crónica estable (diagnóstico >6 meses previo a la aleatorización), en clase funcional II-III de la NYHA, y ≥18 años. Se excluyeron aquellos con cambios recientes en su medicación para IC (≤30 días), hospitalización por IC (<3 meses), intervenciones coronarias o dispositivos (<3 meses), hiponatremia (<130 mmol/L) o una TFGe <30 ml/min/1.73 m².
Se incluyeron 249 pacientes, con una edad promedio de 69 años, 66% hombres, y 85% en clase funcional NYHA II. La fracción de eyección promedio fue del 40%, con un 50% de IC con fracción de eyección reducida (ICFEr), 25% con fracción de eyección levemente reducida (ICFElr) y 25% con fracción de eyección preservada (ICFEp).
La puntuación del KCCQ en el grupo sin restricción de líquidos pasó de 73.4 a 74.0 tras 3 meses, mientras que en el grupo con restricción pasó de 74.0 a 72.2, con una diferencia ajustada de 2.17 puntos (p=0.056) en favor de la ingesta liberal, aunque sin significación estadística.
El grupo sin restricción consumió en promedio 1716 mL/día, mientras que el grupo con restricción consumió 1480 mL/día (diferencia de 284 mL, equivalente a 10 onzas) y la angustia por la sed fue significativamente mayor en el grupo con restricción de líquidos.
Si bien el estudio no tenía poder para detectar diferencias estadísticas en los eventos clínicos, no hubo diferencias en mortalidad, hospitalización por IC, uso de diuréticos IV, insuficiencia renal aguda, cambios en NT-proBNP, peso o ajustes de medicación para IC.
¿Qué podemos recordar?
El estudio FRESH-UP no encontró beneficios clínicos con la restricción de líquidos en pacientes con IC estable. Aunque el grupo sin restricción mostró una tendencia a mejor calidad de vida, el desenlace primario no fue estadísticamente significativo.
Los resultados fueron publicados simultáneamente en Nature Medicine.