La disfunción cardíaca inducida por la terapia oncológica es una complicación frecuente en pacientes que reciben antraciclinas. Estas drogas, ampliamente utilizadas en el tratamiento de diversos cánceres, pueden provocar daño miocárdico que compromete la función ventricular. La ivabradina, un fármaco que reduce la frecuencia cardíaca sin afectar la contractilidad miocárdica, ha demostrado propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y antiapoptóticas en modelos experimentales de cardiotoxicidad, lo que plantea su posible utilidad como estrategia preventiva en este contexto.
Con el objetivo de evaluar el impacto de la ivabradina sobre la disfunción cardíaca asociada a antraciclinas en pacientes con linfoma o sarcoma, Stephanie Itala Rizk y cols. llevaron adelante el estudio IPAC (Ivabradine for the Prevention of Cardiac Dysfunction During Anthracycline‐Based Cancer Therapy). Se trató de un ensayo clínico aleatorizado, controlado con placebo y de triple ciego. Los participantes que iniciaban tratamiento con antraciclinas fueron asignados a recibir ivabradina 5 mg dos veces al día o placebo, continuando hasta 30 días después de completar la quimioterapia.
El objetivo primario del estudio fue determinar la incidencia de cardiotoxicidad, definida como una reducción relativa del 10% o más en la deformación longitudinal global (GLS) a los 12 meses respecto del valor basal.
Entre los objetivos secundarios se incluyeron eventos clínicos a 12 meses, disminución ≥10% en la fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI) por debajo del 55%, disfunción diastólica, y niveles de biomarcadores como troponina T y NT-proBNP.
Se incluyeron un total de 107 pacientes, de los cuales 51 fueron asignados al grupo de ivabradina y 56 al grupo placebo. La mayoría presentaba diagnóstico de linfoma, y en ambos grupos la dosis mediana de antraciclina administrada fue de 300 mg/m² (rango intercuartílico 250–300 mg/m²).
A los 12 meses, la cardiotoxicidad evaluada mediante GLS se observó en el 57% de los pacientes que recibieron ivabradina y en el 50% de los que recibieron placebo, sin diferencias estadísticamente significativas (odds ratio: 1,32; IC 95%: 0,61–2,83; P=0,477).
A los 6 meses, un menor porcentaje de pacientes en el grupo de ivabradina presentó niveles de troponina T ≥14 ng/L en comparación con el grupo placebo (39,0% vs. 62,2%; P=0,041), aunque esta diferencia no se mantuvo al año de seguimiento. No se observaron diferencias relevantes en los demás desenlaces secundarios.
¿Qué podemos recordar?
Una dosis fija de 10 mg diarios de ivabradina no logró prevenir la disfunción cardíaca inducida por antraciclinas en pacientes oncológicos. Estos resultados no respaldan su uso como estrategia preventiva en este contexto, aunque abren la puerta a futuras investigaciones que exploren otras dosis, combinaciones terapéuticas o poblaciones seleccionadas.