La música es un estímulo universal que moviliza emociones y respuestas fisiológicas. Estudios previos ya habían demostrado que puede influir en la frecuencia cardíaca y en la respiración. Un estudio presentado durante el Congreso ESC 2025 muestra que también afecta la presión arterial, en particular cuando la música tiene estructuras de frases predecibles.
En música, una frase es un fragmento reconocible que funciona como una unidad de sentido, similar a una oración en el lenguaje. Los intérpretes suelen marcar estas frases a través de variaciones en la intensidad (más fuerte o más suave) o en el tempo (más rápido o más lento). Cuando estas frases siguen patrones regulares y fáciles de anticipar, se considera que tienen mayor predictibilidad.
N. Cotic y cols. buscaron evaluar cómo la presión arterial se sincroniza con distintos rasgos de la música y, en especial, con estas estructuras de frases, explorando la posibilidad de que la música pueda usarse como una terapia no farmacológica para regular la presión arterial.
Se estudiaron 92 participantes (60 mujeres y 32 hombres, edad media 42 años). Cada persona escuchó 9 pistas de piano elegidas de un total de 30 grabaciones de pianistas reconocidos. Para asegurar la misma calidad en todos los casos, la música fue reproducida en un piano automático que imitaba la interpretación en vivo.
Durante la audición se registró la presión arterial en forma continua. Luego, los investigadores analizaron cómo los cambios en la presión se relacionaban con los cambios expresivos de la música, en particular:
- Intensidad sonora (loudness): cuando el pianista toca más fuerte o más suave.
- Tempo: la velocidad de ejecución de la pieza.
- Estructura de frases musicales: secuencias de notas que forman un patrón reconocible y que suelen repetirse o variar de manera regular.
Para asegurar que los cambios en la presión arterial no fueran aleatorios, los resultados de cada pista se compararon con respuestas a otras piezas del mismo participante, lo que permitió comprobar que las variaciones estaban realmente asociadas a la música escuchada.
En25 de las 30 pistas, la presión arterial se sincronizó más con los cambios de intensidad sonora que con las variaciones de tempo.
La sincronización fue mayor cuando las piezas tenían frases predecibles: frases más cortas, con poca variación en su duración, repetidas muchas veces a lo largo de piezas más largas.
Este patrón permitió a los oyentes anticipar los cambios musicales, lo que favoreció una mayor sincronización de la presión arterial.
El acoplamiento fue máximo cuando los cambios en tempo coincidían con los de intensidad.
La pieza con mayor impacto fue la Serenata de Schubert (transcripción para piano de Liszt), interpretada por el pianista Harold Bauer, que presentaba las frases más predecibles.
En promedio, la asociación estadística entre la música y la presión arterial fue fuerte, lo que confirma que no se trató de un hallazgo azaroso.
¿Qué nos deja este estudio?
La presión arterial se sincroniza de manera más intensa con los cambios de intensidad sonora que con el tempo. Sin embargo, el factor determinante fue la previsibilidad de las frases musicales: cuanto más regulares y anticipables eran los fragmentos musicales, mayor fue la respuesta cardiovascular.
Esto sugiere que los mecanismos de anticipación que usamos al escuchar música juegan un papel clave en la regulación de la presión arterial.
Reflexión final
Este estudio demuestra que la música no solo influye en el ánimo o en la frecuencia cardíaca, sino que también puede modular la presión arterial de manera predecible. El hallazgo abre la posibilidad de diseñar terapias musicales personalizadas, orientadas a pacientes con hipertensión o disfunción autonómica, como complemento a los tratamientos farmacológicos actuales.
En el futuro, escuchar música con determinadas características estructurales podría convertirse en una herramienta de medicina de precisión cardiovascular para prevenir o retrasar la progresión de la enfermedad cardiovascular.