Una mayor adherencia a patrones dietéticos saludables, como la dieta mediterránea, se asocia de manera consistente con beneficios cardiovasculares tanto en prevención primaria como secundaria. Sin embargo, en las últimas décadas, la industrialización del sistema alimentario ha modificado radicalmente el perfil nutricional de las poblaciones, llevando a que una proporción creciente de la ingesta energética provenga de alimentos ultraprocesados (AUP).
Según la clasificación Nova, los AUP incluyen productos sometidos a un procesamiento industrial intensivo, que suelen contener ingredientes derivados de alimentos (como almidones modificados, proteínas aisladas, grasas hidrogenadas), aditivos para mejorar sabor, textura, color o vida útil, y poco o ningún alimento entero en su composición original. La penetración de estos productos en la dieta varía ampliamente según el país: representan el 42 % de la ingesta energética en Australia, el 31 % en Francia y el 58 % en Estados Unidos.
Gauci S y cols. evaluaron de manera prospectiva la asociación entre patrones alimentarios ricos en AUP y la mortalidad cardiovascular en una cohorte australiana. Utilizando datos del Melbourne Collaborative Cohort Study, los investigadores analizaron a 41.513 participantes, con edades entre 27 y 76 años, reclutados en Melbourne y alrededores entre 1990 y 1994.
La cohorte fue vinculada al National Death Index de Australia, lo que permitió identificar los fallecimientos y sus causas durante un seguimiento prolongado.
Al inicio del estudio, la edad media de los participantes era de 55 años, el 60 % eran mujeres, solo el 1 % presentaba diabetes, el 11 % eran fumadores, y el índice de masa corporal promedio era de 26,9 ± 4,4.
Durante un período de observación que acumuló 919.379 años-persona, con una mediana de seguimiento de 25,1 años, se registraron 4.229 muertes por causas cardiovasculares.
Los resultados mostraron que una mayor ingesta de AUP se asoció con un aumento del 26 % en el riesgo de mortalidad cardiovascular al comparar el cuartil más alto con el más bajo de consumo (HR cuartil 4 vs. cuartil 1 = 1,26; IC 95 %: 1,15 a 1,37; p para tendencia < 0,001).
Estas asociaciones se mantuvieron significativas incluso tras ajustar por múltiples variables sociodemográficas, de estilo de vida y relacionadas con la salud.
Además, los hallazgos no se modificaron al realizar un ajuste adicional por indicadores de calidad de la dieta, como el puntaje AHEI (Alternative Healthy Eating Index), el consumo de azúcar, grasas saturadas, sodio, frutas y verduras.
¿Qué nos deja este estudio?
Una mayor exposición a un patrón alimentario basado en AUP se asoció con un mayor riesgo de mortalidad cardiovascular.
Reflexión final
Este estudio refuerza la preocupación creciente respecto al papel nocivo de los alimentos ultraprocesados en la salud cardiovascular. Lejos de ser solo una elección de conveniencia, el patrón alimentario basado en AUP parece tener consecuencias tangibles y a largo plazo en la mortalidad por enfermedades cardiovascular.
Frente a esta evidencia, se vuelve urgente promover políticas públicas que desincentiven el consumo de AUP y favorezcan una alimentación basada en alimentos frescos, mínimamente procesados.