A pesar de los avances sustanciales en el control de los factores tradicionales de la aterosclerosis, la enfermedad coronaria (CAD) continúa siendo la principal causa de muerte en adultos a nivel mundial. Con la evolución de los perfiles de riesgo, la atención se ha desplazado progresivamente hacia factores de riesgo cardiovascular no tradicionales, entre ellos los metabolitos derivados de la microbiota intestinal.
El propionato de imidazol (ImP, por sus siglas en inglés) es un metabolito proaterogénico derivado de la histidina y producido por la microbiota intestinal. Se ha demostrado que deteriora la función endotelial y el metabolismo de la glucosa.
A nivel molecular, induce la activación inflamatoria de células mieloides y endoteliales, dificulta la reparación endotelial y favorece la aterogénesis. Sus niveles circulantes dependen principalmente de la composición microbiana intestinal. De hecho, el ImP es producido en mayor cantidad por bacterias intestinales más abundantes en pacientes con diabetes tipo 2 y en individuos con aterosclerosis coronaria subclínica.
De esta manera, el ImP podría constituir un nuevo objetivo terapéutico para modular el riesgo cardiometabólico y posee potencial para refinar la estratificación del riesgo cardiovascular.
Estudios clínicos iniciales ya habían sugerido que los niveles circulantes de ImP se asocian con inflamación sistémica, diabetes, insuficiencia cardíaca y aterosclerosis subclínica en voluntarios asintomáticos. Un trabajo reciente también reportó niveles elevados de ImP en sujetos con enfermedad coronaria, aunque aún se carecía de investigaciones clínicas extensas y bien diseñadas que evaluaran su impacto pronóstico.
Florian A. Wenzl y colaboradores se propusieron evaluar de manera sistemática la relación entre ImP y los desenlaces clínicos en pacientes con enfermedad coronaria, incluyendo tanto síndromes coronarios agudos (ACS) como síndromes coronarios crónicos (CCS).
Se midieron los niveles circulantes de ImP en tres cohortes prospectivas independientes:
- ACS Suiza: n = 4.937 pacientes
- ACS Alemania: n = 1.497 pacientes
- CCS Alemania: n = 701 pacientes
El endpoint primario fue la aparición de eventos cardiovasculares adversos mayores (MACE), definidos como la primera ocurrencia de muerte, infarto de miocardio no fatal o accidente cerebrovascular no fatal tras la admisión.
En las tres cohortes analizadas, los niveles circulantes de imidazol propionato (ImP) se asociaron con características clínicas desfavorables, incluyendo la presencia de diabetes mellitus, niveles elevados de proteína C reactiva ultrasensible (hs-CRP) y con formas más avanzadas de enfermedad coronaria.
En la cohorte suiza de pacientes con síndrome coronario agudo (n = 4.937), un mayor nivel de ImP se asoció con un incremento significativo en el riesgo de eventos cardiovasculares adversos mayores (MACE), con un hazard ratio (HR) por cada aumento log2 de ImP de 1,22 (intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 1,10–1,35; p < 0,001). Asimismo, el riesgo de mortalidad se incrementó de manera significativa (HR: 1,34; IC95%: 1,17–1,54; p < 0,001).
Resultados consistentes se observaron en la cohorte alemana de síndrome coronario agudo (n = 1.497), donde los pacientes con niveles más elevados de ImP presentaron un riesgo significativamente mayor tanto de MACE (HR: 2,34; IC95%: 1,46–3,76; p < 0,001) como de mortalidad (HR: 2,38; IC95%: 1,48–3,82; p < 0,001).
En la cohorte alemana de síndrome coronario crónico (n = 701), el ImP también se comportó como un predictor independiente de eventos, con un HR para MACE de 1,32 (IC95%: 1,13–1,53; p < 0,001) y un HR para mortalidad de 1,50 (IC95%: 1,14–1,98; p = 0,004).
De forma relevante, el ImP demostró aportar información pronóstica más allá de la conferida por el metabolito microbiano trimetilamina N-óxido (TMAO). En la cohorte suiza de ACS, la asociación con mortalidad se mantuvo significativa tras el ajuste por TMAO (HR: 1,30; IC95%: 1,05–1,61; p = 0,014), mientras que en la cohorte alemana de CCS la predicción de MACE también permaneció independiente (HR: 1,31; IC95%: 1,11–1,53; p = 0,001).
¿Qué nos deja este estudio?
En conjunto, estos hallazgos confirman que el ImP no solo se asocia con un perfil cardiometabólico adverso, sino que constituye un marcador independiente y robusto de riesgo de eventos cardiovasculares y mortalidad en pacientes con enfermedad coronaria, con un valor predictivo adicional al de otros factores de riesgo establecidos, incluidos los metabolitos microbianos previamente descritos.