Los ritmos circadianos robustos son esenciales para el funcionamiento cardiovascular saludable. Se han identificado oscilaciones circadianas en múltiples parámetros fisiológicos, entre ellos la presión arterial (PA) sistólica y diastólica, la activación plaquetaria, la fibrinólisis, la función endotelial, los niveles circulantes de cortisol, epinefrina y norepinefrina, la tolerancia a la glucosa, la frecuencia cardíaca, la variabilidad de la frecuencia cardíaca y los intervalos QT y PR en el electrocardiograma.
La alteración circadiana a corto plazo en humanos genera un estado de hipercoagulabilidad, aumento de la frecuencia cardíaca y de la PA, inflamación sistémica y reducción de la modulación vagal cardíaca. En modelos animales, la disrupción crónica del ritmo circadiano induce fibrosis miocárdica, hipertrofia ventricular, deterioro de la contractilidad, remodelado cardíaco adverso y progresión acelerada hacia la insuficiencia cardíaca.
La evidencia epidemiológica apoya estos hallazgos: los trabajadores por turnos rotativos, expuestos de manera sostenida a la alteración circadiana, presentan un riesgo aumentado de eventos cardiovasculares adversos, enfermedad coronaria, insuficiencia cardíaca (IC), fibrilación auricular (FA) y mortalidad cardiovascular.
La exposición a la luz durante la noche es una causa reconocida de disrupción circadiana y, en consecuencia, un posible factor de riesgo cardiovascular. Estudios previos demostraron mayores tasas de enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular en personas que viven en entornos urbanos con mayor brillo lumínico nocturno medido por satélite. Asimismo, una exposición más intensa a la luz nocturna se ha asociado transversalmente con aterosclerosis, obesidad, hipertensión y diabetes, en estudios que utilizaron sensores lumínicos en dormitorios o dispositivos de muñeca. En investigaciones experimentales, la exposición a luz durante la noche también se ha vinculado con aumento de la frecuencia cardíaca y alteraciones en el balance simpático-vagal.
Sin embargo, la mayoría de estas evidencias proviene de estudios pequeños o de estimaciones indirectas basadas en la iluminación ambiental, más que en mediciones personales de exposición lumínica. En un análisis reciente del UK Biobank, que incluyó aproximadamente 89.000 participantes con sensores de luz en la muñeca, se observó un mayor riesgo de mortalidad por causas cardiometabólicas en quienes estaban expuestos a noches más brillantes y días más oscuros. En esa misma cohorte, la exposición a luz nocturna se asoció con una mayor incidencia de diabetes tipo 2, un reconocido factor de riesgo cardiovascular.
A partir de esta evidencia, se planteó el objetivo de evaluar si la exposición personal a la luz diurna y nocturna se asociaba con la incidencia de enfermedad coronaria, infarto de miocardio (IAM), IC, FA y accidente cerebrovascular (ACV) durante un seguimiento de 9,5 años en participantes del UK Biobank.
Daniel P. Windred y cols. llevaron a cabo un estudio de cohorte prospectivo que analizó los registros de enfermedad cardiovascular entre junio de 2013 y noviembre de 2022 en participantes del UK Biobank que portaron sensores de luz en condiciones naturales. Los datos se analizaron entre septiembre de 2024 y julio de 2025.
Se recopilaron aproximadamente 13 millones de horas de exposición lumínica, registradas mediante sensores de muñeca durante una semana. Los participantes fueron clasificados según la intensidad de la luz nocturna en cuatro categorías: 0–50.º, 51.º–70.º, 71.º–90.º y 91.º–100.º percentil.
Se incluyeron 88 905 individuos con una edad media de 62,4 años y un 56,9% mujeres.
En comparación con quienes experimentaron las noches más oscuras (percentiles 0–50), los individuos expuestos a las noches más luminosas (percentiles 91–100)presentaron un riesgo ajustado significativamente mayor de desarrollar enfermedad coronaria (HR ajustado 1.32, IC 95% 1,18–1,46; IAM (HR 1.47, IC 95% 1,26–1,71), IC (HR 1.56, IC 95% 1,34–1,81); FA: HR 1.32, IC 95% 1,18–1,46) y ACV (HR 1.28, IC 95% 1,06–1,55)
Estas asociaciones se mantuvieron tras ajustar por factores de riesgo tradicionales, como actividad física, tabaquismo, consumo de alcohol, dieta, duración del sueño, nivel socioeconómico y riesgo genético.
Se observaron asociaciones de mayor magnitud entre la luz nocturna y el riesgo de IC y enfermedad coronaria en mujeres, así como entre la luz nocturna y el riesgo de IC y FA en individuos más jóvenes.
¿Qué nos deja este estudio?
La exposición crónica a la luz durante la noche se asoció de manera significativa con un mayor riesgo de desarrollar diversas enfermedades cardiovasculares en adultos mayores de 40 años.
Estos hallazgos sugieren que, además de las estrategias preventivas actuales, reducir la exposición a la luz artificial durante la noche podría representar una medida simple y eficaz para disminuir el riesgo cardiovascular y proteger la salud del corazón.
