El diafragma, además de ser un músculo respiratorio esencial, desempeña un papel clave en el sistema cardiovascular. Su función incluye generar presión torácica negativa que favorece el retorno venoso a la aurícula derecha y regular la actividad del sistema nervioso simpático. Estudios recientes han subrayado la importancia del deterioro diafragmático en pacientes con insuficiencia cardíaca (IC) grave, mostrando que la atrofia del diafragma, junto con un cambio en el tipo de fibras musculares, ocurre independientemente de la edad, obesidad o hipertensión, y se asocia con una menor capacidad de ejercicio.
Yuya Matsue y cols. llevaron a cabo el registro SONIC-HF realizado en cuatro hospitales de Japón, con el objetivo de evaluar la masa y la función muscular mediante ultrasonido y mediciones antropométricas.
En este estudio, se incluyeron pacientes mayores de 65 años ingresados por descompensación de IC que podían caminar de forma independiente. Los criterios de exclusión incluyeron niveles bajos de péptido natriurético tipo B al ingreso.
El grosor del diafragma se midió dos veces, entre las líneas axilar anterior y media, en el espacio intercostal más bajo, tanto durante la espiración natural como en la inspiración completa.
En la cohorte final de 599 pacientes, con una edad media de 80 ± 7.7 años y un 56.3% de mujeres, el grosor diafragmático promedio fue de 1.9 mm en reposo y 2.9 mm durante la inspiración. Según valores recientemente publicados, el 8.5% de los pacientes tenían un grosor diafragmático en reposo por debajo del límite inferior normal, mientras que el 35.4% estaban por debajo de este límite durante la inspiración.
Los pacientes con un diafragma delgado (<2.9 mm, mediana del estudio) eran significativamente mayores (80.8 ± 7.6 años frente a 79.3 ± 7.8 años; P = 0.016), tenían un índice de masa corporal más bajo y presentaban una mayor prevalencia de síntomas de IC, además de un puntaje MAGGIC más alto. A pesar de que no hubo diferencias significativas en la fracción de eyección del ventrículo izquierdo ni en la función renal, estos pacientes mostraron una menor fuerza de agarre (18.7 ± 7.4 kg vs. 20.3 ± 7.7 kg; P = 0.012) y una menor masa muscular esquelética apendicular (6.66 ± 1.44 kg/m² vs. 7.20 ± 1.53 kg/m²; P = 0.003).
El análisis de supervivencia de Kaplan-Meier reveló una mayor tasa de mortalidad en el grupo con diafragma delgado (P < 0.001).
Además, el grosor diafragmático, tratado como variable continua, mostró una asociación independiente con la mortalidad por cualquier causa, incluso después de ajustar por el puntaje MAGGIC y los niveles de péptido natriurético tipo B (HR 0.78 por mm [IC 95%: 0.65-0.94]; P = 0.009). Esta asociación se mantuvo significativa al incluir la fuerza de agarre y un índice de fragilidad en el modelo (HR: 0.79 [IC 95%: 0.65-0.96]; P = 0.016).
¿Qué podemos recordar?
El grosor del diafragma está asociado con parámetros de fragilidad y, por primera vez, se demuestra su relación independiente con eventos clínicos adversos en pacientes geriátricos con IC.
Estos hallazgos abren la posibilidad de investigar si la atrofia diafragmática puede convertirse en un objetivo terapéutico en la IC, mediante estrategias como el entrenamiento muscular inspiratorio o la estimulación diafragmática.
No obstante, se requieren estudios adicionales para validar estos resultados, establecer valores de referencia claros y determinar qué pacientes podrían beneficiarse más de estas intervenciones.