En la última década, las organizaciones internacionales han establecido metas ambiciosas para reducir la mortalidad prematura por enfermedades cardiovasculares (ECV). En 2013, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó el Plan de Acción Global, cuyo objetivo era reducir en un 25% la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles para 2020. Este plan también se proponía que al menos el 50% de los individuos elegibles recibieran medicamentos basados en evidencia para prevenir infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares. De manera similar, en 2015, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas estableció la meta de reducir en un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles, incluidas las ECV, para 2030, enfocándose en mejorar tanto el tratamiento como la prevención.
A pesar de estos objetivos globales, diversos estudios previos han revelado que el uso de medicamentos para prevenir nuevos eventos cardiovasculares en pacientes con ECV (prevención secundaria) ha sido insuficiente, especialmente en países de ingresos medios (MICs) y bajos (LICs). No obstante, estos estudios eran principalmente transversales, por lo que no ofrecían información clara sobre si el uso de estos medicamentos había mejorado con el tiempo.
Para evaluar si se está logrando un progreso en el manejo de las ECV, un estudio de cohorte multinacional contemporáneo realizó un análisis descriptivo para cuantificar las variaciones en el uso de medicamentos basados en evidencia para el tratamiento de las ECV durante un período de seguimiento de 12 años.
El Estudio PURE (Prospective Urban Rural Epidemiology) llevó a cabo un análisis transversal repetido para examinar las variaciones temporales en el uso de medicamentos para la prevención secundaria en participantes con ECV. En los pacientes con enfermedad arterial coronaria, se analizaron los medicamentos como los agentes antiplaquetarios, las estatinas, los inhibidores del sistema renina-angiotensina (SRA) y los betabloqueantes. En los pacientes con accidente cerebrovascular, se evaluaron los agentes antiplaquetarios, las estatinas, los inhibidores del SRA y otros medicamentos antihipertensivos. Los medicamentos fueron recolectados en la visita inicial y en cuatro visitas de seguimiento posteriores.
El análisis incluyó a 7,409 participantes con diagnóstico de ECV al inicio del estudio, 8,792 en la segunda visita, 9,236 en la tercera, 11,082 en la cuarta y 11,677 en la última visita. La edad mediana al inicio fue de 58 años, con un 52.9% de mujeres.
Durante el seguimiento de 12 años, el uso de al menos una clase de medicamentos para la prevención secundaria de enfermedades cardiovasculares mostró variaciones significativas a nivel global, con diferencias notables entre los países de distintos niveles de ingresos.
Al inicio del estudio, en la visita basal, solo el 41.3% (IC 95%: 40.2%-42.4%) de los participantes recibía uno o más de los medicamentos recomendados para la prevención secundaria. Este porcentaje alcanzó un máximo de 43.1% (IC 95%: 42.0%-44.1%) en una de las visitas de seguimiento, antes de caer a un preocupante 31.3% (IC 95%: 30.4%-32.1%) en la última visita.
Un análisis más detallado por nivel de ingresos mostró patrones muy distintos entre los grupos.
En los países de ingresos altos, el uso de medicamentos comenzó en un elevado 88.8% (IC 95%: 86.6%-91.0%) en la visita basal, pero sufrió una disminución progresiva, alcanzando solo el 77.3% (IC 95%: 74.9%-79.6%) al final del estudio. En contraste, en los países de ingresos medios-altos, se observó una mejora en la adherencia a los tratamientos, con un incremento del uso de medicamentos, que pasó del 55.0% (IC 95%: 52.8%-57.3%) al 61.1% (IC 95%: 59.1%-63.1%) en la última visita.
En los países de ingresos medios-bajos, el uso de medicamentos para la prevención secundaria mostró una tendencia inquietante hacia la baja. En la visita basal, solo el 29.5% (IC 95%: 28.1%-30.9%) de los participantes recibía tratamiento. Aunque hubo un ligero repunte, alcanzando un máximo del 31.7% (IC 95%: 30.4%-33.1%) en una de las visitas de seguimiento, este porcentaje disminuyó drásticamente a solo el 13.4% (IC 95%: 12.5%-14.2%) en la última visita. Este descenso resalta una brecha preocupante en la implementación y adherencia al tratamiento en estas regiones.
Finalmente, en los países de ingresos bajos, los resultados fueron igualmente alarmantes. En la visita basal, solo el 20.8% (IC 95%: 18.1%-23.5%) de los participantes recibía medicamentos. A pesar de un notable aumento en el uso, que alcanzó un 47.3% (IC 95%: 44.8%-49.9%) en una de las visitas intermedias, el porcentaje volvió a descender a un 27.5% (IC 95%: 25.2%-29.9%) en la última medición. Este repunte transitorio, seguido por una disminución, señala una serie de desafíos, tanto en la adherencia a los tratamientos como en la disponibilidad de los mismos.
¿Qué podemos recordar?
A nivel global, y especialmente en la mayoría de los grupos de países clasificados por nivel de ingreso, el uso de medicamentos para la prevención secundaria de las ECV ha sido notablemente bajo, con pocas mejoras observadas a lo largo del tiempo.
Aunque en algunos países de ingresos medios-altos hubo un incremento en el uso de medicamentos, en los países de ingresos bajos y medios-bajos, el uso de estos tratamientos ha disminuido, lo que plantea preocupaciones sobre el acceso, la adherencia y la eficacia de los programas de prevención secundaria.
Estos hallazgos subrayan la necesidad de implementar estrategias más efectivas para mejorar el tratamiento y la prevención en todas las regiones del mundo, especialmente en los países de bajos ingresos, donde los beneficios potenciales de estos medicamentos podrían ser más significativos.