Los plásticos se han convertido en el componente más ubicuo de la vida cotidiana humana, impulsados por su bajo costo y su notable versatilidad. Estos materiales predominan en una infinidad de aplicaciones, desde envases hasta dispositivos médicos. Sin embargo, los desechos plásticos suelen liberarse al medioambiente, ya sea de forma directa o a través de prácticas inadecuadas de reutilización o reciclaje. Al exponerse a condiciones ambientales, estos residuos plásticos se fragmentan y se transforman en partículas más pequeñas conocidas como microplásticos o nanoplásticos (MNP, por sus siglas en inglés).
Se define como microplásticos a aquellas partículas con un diámetro inferior a 5 milímetros, mientras que los nanoplásticos son aún más diminutos, con diámetros que oscilan entre 1 y 100 nanómetros.
Más allá de la amenaza ambiental ampliamente reconocida de la contaminación por plásticos, todavía se está profundizando en el conocimiento de sus potenciales efectos sobre la salud humana. Se sabe que plastificantes y otras sustancias químicas asociadas a los plásticos, como el bisfenol A y los ftalatos, tienen efectos adversos a través de mecanismos de disrupción endocrina y otros procesos biológicos. Sin embargo, evidencias recientes sugieren que los propios MNP podrían ejercer un rol perjudicial adicional.
Los MNP pueden interactuar con componentes celulares y generar daño mediante mecanismos como el estrés oxidativo, la inflamación, la apoptosis e incluso la piroptosis.
Estudios emergentes han sugerido que la exposición elevada a estos contaminantes podría vincularse con alteraciones cardiovasculares estructurales y hemodinámicas, incluyendo disminución del gasto cardíaco, velocidad anormal del flujo sanguíneo, alteraciones de la frecuencia cardíaca, fibrosis miocárdica y disfunción endotelial, que en conjunto podrían contribuir a un fenotipo de enfermedad cardiometabólica.
Incluso se ha reportado la presencia de MNP en placas ateromatosas, con un mayor riesgo de eventos cardiovasculares adversos en esos pacientes. Sin embargo, todavía no se comprende con claridad cómo estos cambios microvasculares y hemodinámicos podrían impactar clínica y poblacionalmente. Aunque algunos trabajos previos apuntaron a un posible vínculo entre MNP y enfermedad cardiovascular, las evidencias aún son insuficientes y requieren mayor investigación.
Bhargav Makwana y cols. analizaron la relación entre los niveles medios de microplásticos en aguas oceánicas hasta 200 millas náuticas de la costa de Estados Unidos y la prevalencia de diabetes tipo 2, enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular en los condados costeros cercanos.
Para ello, procesaron datos geoespaciales de concentración de microplásticos en el océano y clasificaron los condados en cuatro categorías según los niveles de microplásticos marinos (MML): bajo, medio, alto y muy alto. Además, utilizaron información de la encuesta Behavioral Risk Factor Surveillance System (2019–2020) para identificar la prevalencia de estas enfermedades cardiometabólicas en los condados estudiados.
En total, se incluyeron 152 condados costeros, con una edad media poblacional de 43 ± 6 años. La prevalencia media de diabetes tipo 2 fue de 11,7 %, la de enfermedad coronaria de 7,5 % y la de accidente cerebrovascular de 3,6 %, siendo más elevadas en los condados cercanos al Golfo de México que en los de la costa atlántica o pacífica.
De los 152 condados, 35 tenían niveles bajos de microplásticos, 66 niveles medios, 21 niveles altos y 30 niveles muy altos. El MML medio estimado fue marcadamente diferente entre costas: 122 piezas/m³ en la costa atlántica y 0,003 piezas/m³ en la costa pacífica.
Tras ajustar por edad, sexo, acceso a profesionales de la salud y vulnerabilidades socioambientales a nivel de condado, se observó que los condados con niveles muy altos de microplásticos en el océano tenían una prevalencia ajustada 18 % mayor de diabetes tipo 2, 7 % mayor de enfermedad coronaria y 9 % mayor de accidente cerebrovascular en comparación con los condados con niveles bajos.
¿Qué nos deja este estudio?
Estos hallazgos sugieren que la contaminación marina por microplásticos podría estar relacionada con la carga de enfermedades cardiometabólicas a nivel poblacional. Aunque no se puede establecer causalidad a partir de estos análisis ecológicos, los resultados refuerzan la necesidad de profundizar en investigaciones a nivel individual que evalúen la exposición a microplásticos y sus potenciales efectos cardiovasculares y metabólicos.
En definitiva, los microplásticos podrían representar no solo un problema ambiental, sino también una amenaza para la salud pública, particularmente en comunidades costeras con alta exposición a esta forma de contaminación.