Hoy comenzamos el día con la triste noticia del fallecimiento del Prof. Alain Cribier, un ser cuya influencia y sabiduría han dejado una huella imborrable en la comunidad médica y en los corazones de aquellos a quienes tocó con su generosidad y conocimiento.
El Prof. Alain Cribier, fue mucho más que un médico; fue un pionero en el campo de la cardiología intervencionista. Fue él quien realizó el primer implante valvular aórtico percutáneo (TAVI) en todo el mundo, un hito que no sólo revolucionó la medicina cardiovascular, sino que también transformó radicalmente el tratamiento de los pacientes con estenosis aórtica severa. Este procedimiento permitió mejorar la calidad de vida y la supervivencia de miles de pacientes en todo el planeta.
Además de su destacada labor como médico, su legado perdurará a través de los numerosos profesionales que tuvo el privilegio de formar a lo largo de los años.
Por eso, creo que no hay mejor persona en Argentina que la Dra. Carla Agatiello, Jefa del Servicio de Cardiología Intervencionista del Hospital Italiano de Buenos Aires, para relatar en primera persona lo que significó haberse formado con el Dr. Cribier.
Gracias Carla por compartir estas hermosas palabras con todos nosotros.
“ Hace 22 años conocí a la persona que cambió mi vida profesional para siempre. Yo era una fellow que viajaba sola por primera vez a formarme como cardióloga intervencionista, ya que las posibilidades para una mujer en el campo de la hemodinamia, a los 30 años y en edad fértil, eran imposibles en mi país.
Gané una beca del gobierno francés para pasar un año, obtuve 5 puestos, y decidí por azar ir al Centro Hospitalario Universitario (CHU) de Rouen.
No conocía, o casi nada, del Profesor Alain Cribier, y hablaba poco francés; apenas nos entendíamos.
Yo observaba su destreza y velocidad en la Sala de Hemodinamia e intentaba no tirar las cosas al suelo.
Poco a poco, me convertí en su sombra. Iba a donde iba él, hacía los gestos en sala imitándolo, igual que a Helene Eltchaninoff; aprendía francés sola, también aprendía Hemodinamia.
Lo que más recuerdo fue el día en la sala en donde la pizarra solo decía “the valve”.
Mi inexperiencia e ignorancia hicieron que estuviera descontracturada cuando el ambiente se notaba tenso…
Uno de los primeros implantes de TAVI del mundo estaba ante mis inexpertos ojo … Sabía que era algo complejo, pero no entendía la importancia del momento hasta años después.
Estar en el momento justo, con la persona justa, o más bien generosa, hizo que mi intuición me dijera que eso tenía que aprenderlo rápido y absorber lo máximo que pudiera en el tiempo que yo creía era un año.
Cuando terminé el primer año, me había transformado en la persona multitasking que Alain y Helene necesitaban. Ya hablaba francés, reclutaba pacientes compasivos de toda Francia, llevaba la base de datos, reportaba eventos adversos al comité de ética local y al ministerio de salud francés, toneladas de eventos.
Le pedí continuar un año más y me consiguió los medios económicos mediante una beca Edwards para completar la investigación. Esto se transformó, sin duda, en la época más apasionante de mi carrera médica.
Todos aprendíamos, todos opinábamos y Alain con sus anteojos, casi siempre con los vidrios sucios, que limpiábamos con Deborah Nercolini, nos miraba y escuchaba.
Siempre fue muy generoso, por más que él era el genio, el inventor…
Esos más de 3 años en Francia fueron difíciles de reemplazar.
Mi familia, mi país y las ansias de intentar replicar ese espíritu me llevaron a tomar la decisión de volver a Argentina, y gracias a la colaboración de la Dra. Liliana Grinfeld, quien aceptó y creyó todo lo que Alain decía de mí.
Asi dejé al inventor.. enojado.
Pero más tarde entendió y con los años estuvo orgulloso del camino que hice volviendo a Argentina.
Estoy segura que la vida hubiera sido más fácil, divertida y económicamente más estable si me hubiera quedado al lado de Alain en el Chu de Rouen, pero decidí tomar el camino largo, difícil, pedregoso e incierto de volver al país.
Yo quería hacer TAVI en mi país y formar un grupo líder en esta tecnología.
Creo que Alain, la última vez que hablamos hace unos 20 días, me dijo todo lo que una hija quiere escuchar de un padre.
Estaba orgulloso de mis logros y de haber cumplido parte de mis metas por las cuales dejé Francia hace 18 años.
Sabía que estaba organizando el Congreso SOLACI-CACI 2024, como presidenta del comité científico. Le comenté a Helene Eltchaninoff de mi miedo al invitarlo porque el viaje era mucho para él… Sabía que capaz me decía que venía y eso me preocupaba.
Él sabía lo importante que era en mi carrera y teníamos una relación padre-hija de años.
Un ser generoso, dinámico, extrovertido, arriesgado, compasivo y empático.
Lamento tu ida como nadie, y deseo que mires a todos tus discípulos y que veas todo lo que dejaste.
Te voy a extrañar horrores.
Te quiero.
Carla”