La actual pandemia por el nuevo betacoronavirus (COVID-19) ha afectado a mas de 190 millones de individuos alrededor del mundo, acarreando un total de más de 4 millones de muertes y generando un impacto deletéreo en los sistemas de salud a nivel global. A pesar de que la preocupación inicial se focalizó en la neumonía por COVID-19, la experiencia nos ha dejado en claro que esta es una enfermedad multisistémica, con importantes efectos cardiovasculares adversos y complicaciones trombóticas asociadas.
La asociación del COVID-19 con el incremento de ocurrencia de eventos clínicos adversos tromboembólicos se basa en pequeños estudios y reportes de series de casos, encontrándose principalmente en la etapa inicial de la pandemia e incluyendo mayormente pacientes hospitalizados cursando una enfermedad severa. Así, en la actualidad existe escasa evidencia científica sobre la prevalencia de eventos tromboembólicos adversos vinculados al COVID-19 en pacientes pertenecientes al mundo real.
El objetivo del presente estudio realizado por Ioannis Katsoularis y colaboradores fue analizar el riesgo relativo de presentar un infarto agudo de miocardio (IAM) o accidente cerebrovascular (ACV) asociado a la enfermedad por COVID-19.
Se analizó con este propósito una cohorte de pacientes de Suecia, incluyendo pacientes con diagnóstico de COVID-19 confirmado desde febrero hasta septiembre de 2020. Considerando a los pacientes con COVID-19 (cohorte de casos, CC), se realizó un pareamiento con una cohorte de pacientes controles (PC) pertenecientes a diversos registros de salud nacionales (pacientes del ámbito intra y extrahospitalario, oncológicos y registros de defunción).
Este es el estudio más largo desde el inicio de la pandemia, demostrándo el rol del COVID-19 como factor de riesgo de ocurrencia de infarto agudo de miocardio y accidente cerebrovascular.
El pareamiento de ambas cohortes fue realizado por sexo, edad y lugar de residencia en Suecia. Se analizó la incidencia de riesgo relativo (iRR) de ocurrencia del primer episodio de IAM y ACV en la cohorte de pacientes con COVID-19 (casos y controles autocontrolados), y en una cohorte del periodo control. El periodo de estudio se subdividió en: un ‘primer periodo control’ (1ro de febrero de 2020 al dia -28 de COVID-19), el ‘periodo buffer’ (-28 al dia de COVID-19), el ‘periodo de riesgo’ (dia 0 COVID-19 al dia 28), y un ‘segundo periodo control’ (dia +28 al 14 septiembre 2020), y se analizó la iRR de IAM y ACV incluyendo y excluyendo el día 0 dentro del ‘periodo de riesgo’ a fin de contrarrestar potenciales sesgos.
Se incluyeron un total de 86742 pacientes en CC, y 348481 en la PC. La edad promedio de la población muestral fue de 48 años, con un 43% de sexo masculino. Al excluir el día 0 del ‘periodo de riesgo’ (análisis 1), la iRR para IAM fue de 2.89 (IC 95% 1.51-5.55) para la primera semana, 2.53 (IC 95% 1.29-4.94) para la segunda semana, y 1.60 (IC 95% 0.84-3.04) para las semanas 3-4 desde el diagnóstico de COVID-19. Esta iRR se vió incrementada al incluir el día 0 en el periodo de riesgo (análisis 2. iRR 8.44, 2.65 y 1.62 para las semanas 1, 2 y 3-4, respectivamente).
Al excluir el día 0 del ‘periodo de riesgo’ (análisis 1), la iRR para ACV fue de 2.97 (IC 95% 1.71-5.15) para la primera semana, 2.80 (IC95% 1.60-4.88) para la segunda semana, y 2.10 (IC 95% 1.33-3.32) para las semanas 3-4 desde el diagnóstico de COVID-19. Como lo evidenciado en el análisis de IAM, la iRR se vió incrementada al incluir el día 0 en el periodo de riesgo (análisis 2. iRR 6.18, 2.85 y 2.14 para las semanas 1,2 y 3-4, respectivamente).